El sueño del rey
Lewis
Carroll (Charles Lutwidge Dogson)
(1832-1898)
--Ahora está soñando. ¿Con quién
sueña? ¿Lo sabes?
—Nadie lo sabe.
—Sueña contigo. Y si dejara de
soñar, ¿qué sería de ti?
—No lo sé.
—Desparecerías. Eres una figura de
su sueño. Si se despertara ese Rey te apagarías como un vela.
de Through the Looking Glass (1871)
en Antología de la literatura
fantástica, México: Editorial Hermes, ([1940] 1987), 441 pp. (comp.: Jorge
Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, Silvina Ocampo).
Un
creyente
GEORGE LORING FROST
Escritor ingles, nacido en Brentford, en 1887.
Al
caer la tarde, dos desconocidos se encuentran en los oscuros corredores de una
galería
de cuadros. Con un ligero escalofrío, uno de ellos dijo:
—Este
lugar es siniestro. ¿Usted cree en fantasmas?
—Yo
no —respondió el otro—. ¿Y usted?
—Yo
sí —dijo el primero y desapareció.
de Memorabilia (1923)
en Antología de la literatura fantástica, México:
Editorial Hermes, ([1940] 1987), 441 pp. (comp.: Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy
Casares, Silvina Ocampo).
Historia de los dos que soñaron
GUSTAV WEIL
Orientalista alemán, nacido en Slasburgo en 1808,
muerto en Friburgo, en 1889.
Cuentan los hombres dignos de fe (pero solo Alá es
omnisciente y poderoso y misericordioso
y no duerme) que hubo en El Cairo un hombre poseedor
de riquezas, pero tan
magnánimo y liberal que todas las perdió, menos la
casa de su padre, y que se vio forzado
a trabajar para ganarse el pan. Trabajó tanto que el
sueño lo rindió debajo de una higuera
de su jardín y vio en un sueño a un desconocido que le
dijo:
—Tu fortuna está en Persia, en Isfaján; vete a
buscarla.
A la madrugada siguiente se despertó y emprendió el
largo viaje y afrontó los peligros
de los desiertos, de los idólatras, de los ríos, de
las fieras y de los hombres. Llegó al fin
a Isfaján, pero en el recinto de esa ciudad lo
sorprendió la noche y se tendió a dormir
en el patio de una mezquita. Había, junto a la
mezquita, una casa y por decreto de Dios
Todopoderoso una pandilla de ladrones atravesó la
mezquita y se metió en la casa, y las
personas que dormían se despertaron y pidieron
socorro. Los vecinos también gritaron,
hasta que el capitán de los serenos de aquel distrito
acudió con sus hombres y los bandoleros
huyeron por la azotea. El capitán hizo registrar la
mezquita y en ella dieron con el hombre
de El Cairo y lo llevaron a la cárcel. El juez lo hizo
comparecer y le dijo:
—¿Quién eres y cuál es tu patria?
El hombre declaró:
—Soy de la ciudad famosa de El Cairo y mi nombre es
Yacub El Magrebí.
El juez le preguntó:
—¿Qué te trajo a Persia?
El hombre optó por la verdad y le dijo:
—Un hombre me ordenó en un sueño que viniera a
Isfaján, porque ahí estaba mi fortuna.
Ya estoy en Isfaján y veo que la fortuna que me
prometió ha de ser esta cárcel.
El juez se echó a reir.
—Hombre desatinado —le dijo—, tres veces he soñado con
una casa en la ciudad de
El Cairo, en cuyo fondo hay un jardín y en el jardín,
un reloj de sol y después del reloj de
sol, una higuera, y bajo la higuera un tesoro. No he
dado el menor crédito a esa mentira.
Tú, sin embargo, has errado de ciudad en ciudad, bajo
la sola fe de tu sueño. Que no vuelva
a verte en Isfaján. Toma estas monedas y vete.
El hombre las tomó y regresó a su patria. Debajo de la
higuera de su casa (que era la del
sueño del juez) desenterró el tesoro. Así Dios le dio
bendición y lo recompensó y exaltó.
Dios es el Generoso, el Oculto.
de Gesichte des Abbasidenchalifazts in Aegypten (1860-1862)
en Antología de la literatura fantástica, México:
Editorial Hermes, ([1940] 1987), 441 pp. (comp.: Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy
Casares, Silvina Ocampo).
Final para un cuento fantástico
I. A.
Ireland (Inglés) (1871-1911)
—¡Qué extraño! —dijo la muchacha,
avanzando cautelosamente—. ¡Qué puerta más pesada! —La tocó, al hablar, y se
cerró de pronto, con un golpe.
—¡Dios mío! —dijo el hombre!. Me
parece que no tiene picaporte del lado de adentro. ¡Cómo, nos han encerrado a
los dos!
—A los dos no. A uno solo —dijo la
muchacha.
Pasó a través de la puerta y
desapareció.
de Visitations (1919)
en Antología de la literatura fantástica, México:
Editorial Hermes, ([1940] 1987), 441 pp. (comp.: Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy
Casares, Silvina Ocampo).
El gesto de la muerte
JEAN COCTEAU
(1891.1963)
Un
joven jardinero persa dice a su príncipe:
—¡Sálvame!
Encontré a la Muerte esta mañana. Me hizo un gesto de amenaza. Esta
noche,
por milagro, quisiera estar en Ispahan.
El
bondadoso príncipe le presta sus caballos. Por la tarde, el príncipe encuentra
a la
muerte
y le pregunta:
—Esta
mañana ¿por qué hiciste a nuestro jardinero un gesto de amenaza?
—No
fue un gesto de amenaza —le responde— sino un gesto de sorpresa. Pues lo veía
lejos
de Ispahan esta mañana, donde debo tomarlo esta misma noche.
en Antología de la literatura fantástica, México:
Editorial Hermes, ([1940] 1987), 441 pp. (comp.: Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy
Casares, Silvina Ocampo).
El descuido
Martín Bubar
Nacido en Austria, en 1878; muerto en Isarael, en 1965.
Historiador de la secta de los piadosos y filósofo existencialista.
Cuentan:
El rabí
Elimeleki estaba cenando con sus discípulos. El criado le trajo un plato de
sopa. El rabí lo volvió y la sopa se derramó sobre la mesa. El joven Mendel,
que sería rabí de Rimanov, exclamó:
—Rabí, ¿qué has
hecho? Nos mandarán a todos a la cárcel.
Los otros discípulos sonrieron y se hubieran reído
abiertamente, pero la presencia del maestro los contuvo. Éste, sin embargo, no
sonrió. Movió afirmativamente la cabeza y dijo a Mendel:
—No temas, hijo
mío.
Algún tiempo
después se supo que en aquel día un edicto dirigido contra los judíos de todo
el país había sido presentado al emperador para que lo firmara. Repetidas veces
el emperador había tomado la pluma, pero algo siempre lo interrumpía.
Finalmente firmó. Extendió la mano hacia la arena de secar, pero tomó por error
el tintero y lo volcó sobre el papel. Entonces lo rompió y prohibió que lo trajeran
de nuevo.
en Antología
de la literatura fantástica, México: Editorial Hermes, ([1940] 1987), 441
pp. (comp.: Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, Silvina Ocampo).
Historia de zorros
NIU CHIAO (siglo IX)
Wang
vio dos zorros parados en las patas traseras y apoyados contra un árbol. Uno de
ellos
tenía una hoja de papel en la mano y se reían como compartiendo una broma.
Trató
de espantarlos, pero se mantuvieron firmes y él disparó contra el del papel; lo
hirió
en el ojo y se llevó el papel. En la posada, refirió se aventura a los otros
huéspedes.
Mientras
estaba hablando, entró un señor, que tenía un ojo lastimado. Escuchó con
interés
el
cuento de Wang y pidió que le mostrara el papel. Wang iba a mostrárselo, cuando
el
posadero
notó que el recién llegado tenía cola. ¡Es un zorro!, exclamó y en el acto el
señor
se
convirtió en un zorro y huyó.
Los
zorros intentaron repetidas veces recuperar el papel, que estaba recubierto de
caracteres
ininteligibles;
pero fracasaron. Wang resolvió volver a su casa. En el camino se
encontró
con toda su familia que se dirigía a la capital. Declararon que él les había
ordenado
ese
viaje, y su madre le mostró la carta en que le pedía que vendiera todas las
propiedades
y se juntara con él en la capital. Wang examinó la carta y vio que era una hoja
en
blanco. Aunque ya no tenía techo que los cobijara, Wang ordenó: Regresemos.
Un
día apareció un hermano menor que todos habían tenido por muerto. Preguntó por
las
desgracias de la familia y Wang le refirió toda la historia. Ah, dijo el
hermano, cuando
Wang
llegó a su aventura con los zorros, ahí está la raíz de todo el mal. Wang
mostró el
documento.
Arrancándoselo, su hermano lo guardó con apuro. Al fin he recobrado lo que
buscaba,
exclamó y, convirtiéndose en zorro, se fue.
en Antología de la literatura fantástica, México:
Editorial Hermes, ([1940] 1987), 441 pp. (comp.: Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy
Casares, Silvina Ocampo).