lunes, 25 de febrero de 2013

Modernismo. Texto Teórico.

El gesto romántico del modernismo : La figura cenital de Rubén Darío William Marín Ospina
El denominado romanticismo hispanoamericano hunde sus raíces históricas en el movimiento social y político liderado por los intelectuales de la independencia. Durante el siglo XIX, la poesía empieza a consolidarse como la expresión del carácter de una época signada por las convulsiones sociales. Sus temas serán entonces los hechos gloriosos de la independencia, el canto a la naturaleza, el tono pedagógico y doctrinario; un proyecto estético fundado en el culto a las formas neoclásicas. El presente artículo intenta dibujar un camino de encuentro con la palabra vital: el gesto romántico del denominado movimiento modernista que viene a inaugurar en el contexto hispanoamericano nuestro verdadero romanticismo.


El modernismo hispanoamericano
Con la Revolución de Independencia que culmina con la separación de la tradición española hacia la primera mitad del siglo XIX, se inaugura un movimiento de crítica, de acción política, ante la corrupción de las nacientes repúblicas. Hacia la segunda mitad del siglo XIX los intelectuales abrazan la filosofía de Auguste Comte y Herbert Spencer, arquetipos de la ciencia y el progreso. El positivismo en América Latina no fue la ideología de una burguesía liberal interesada en el progreso, sino de una oligarquía de grandes terratenientes.
Hacia 1880 surge el modernismo hispanoamericano, un movimiento que al decir de Don Federico de Onís constituyó la crisis universal de las letras y del espíritu (la forma hispánica de esa crisis). Nos dice Paz:
El modernismo hispanoamericano es, hasta cierto punto, un equivalente del parnaso y del simbolismo francés, de modo que nada tiene que ver con lo que en lengua inglesa se llama Modernism. Este último designa a los movimientos literarios y artísticos que se inician en la segunda década del siglo XX; el Modernism de los críticos norteamericanos e ingleses no es sino lo que en Francia y en los países hispanoamericanos se llama Vanguardia (5).

El modernismo fue entonces la respuesta al positivismo como lo señala Paz en el epígrafe de este ensayo, pero el positivismo entendido no como un método científico, sino como una ideología. La reacción del modernismo fue de una nueva sensibilidad e imaginación ante la visión fría de la realidad que el positivismo postulaba.
Como un auténtico movimiento poético el modernismo se inicia como una adaptación de la poesía francesa en nuestra lengua, y se inicia antes en Hispanoamérica que en España. ¿Por qué? La razón fundamental de este hecho la determinaría el marco de la Independencia y el positivismo que afectaron el sistema de creencias de los intelectuales hispanoamericanos. Así se cristaliza un movimiento contra el vacío espiritual de la época. Es comprensible entonces que el poeta modernista se sintiera atraído por la poesía francesa, su sensibilidad, su estética.
El afrancesamiento de los modernistas se derivó de su cosmopolitismo. París fue el centro de una estética, su estética. Este cosmopolitismo les permitió a los intelectuales hispanoamericanos conocer otras literaturas, y así mismo volver los ojos sobre la identidad americana al revalorar el pasado indígena. Esta actitud constituye una crítica a la modernidad y al «progreso» que empieza a tejerse en la sociedad de fines de siglo. La experiencia del Imperialismo que entonces empezaba a acosar al poeta modernista (intervenciones de Estados Unidos en América Latina, conflicto de visiones del mundo), se traduce en la recuperación del mundo hispánico.
La figura cenital de Rubén Darío
Entre 1880 y 1890, casi sin conocerse entre ellos, dispersos en todo el continente -La Habana, Méjico, Bogotá, Santiago de Chile, Buenos Aires, Nueva York-, un puñado de muchachos inicia el gran cambio. El centro de esa dispersión fue Rubén Darío: agente de enlace, portavoz y animador del movimiento. Desde 1888 Darío usa la palabra modernismo para designar a las nuevas tendencias. Modernismo: el mito de la modernidad o, más bien, su espejismo. ¿Qué es ser moderno? Es salir de su casa, su patria, su lengua, en busca de algo indefinible e inalcanzable pues se confunde con el cambio» (6).
El amor al lujo y al objeto inútil es una sincera crítica al sistema burgués, que resume el mundo que les tocó vivir a los poetas hispanoamericanos de fines de siglo. En Europa se criticaba la industria (Rimbaud), la idea de progreso como algo grotesco (Baudelaire). El hispanoamericano de entonces no tenía la experiencia de la modernidad, porque nuestras naciones no eran modernas, no era su realidad la industria, la democracia y la burguesía, pero sí las oligarquías feudales y el militarismo. Este fue el marco en que escribió Darío. Y este fue el signo de las letras de fin de siglo: «Los presidentes latinoamericanos de fin de siglo: jeques sangrientos con una corte de poetas hambreados»(7).
El rey burgués, símbolo de una época
Por un período que cubre de 1880 a 1920 fue cultivado el cuento por los modernistas. Fue el punto de vista de una estética, un lenguaje que expresa una renovada sensibilidad, una reacción contra el romanticismo, el realismo y el naturalismo. Su énfasis es la expresión de la sensibilidad artística, tanto desde el punto de vista de su temática, como del estilo.
En su afán de crear el arte por el arte, los modernistas rechazaron las historias sentimentales y los episodios melodramáticos de los románticos; los cuadros demasiado localizados de los realistas y los estudios demasiado «científicos» de los naturalistas. El héroe modernista era el artista (o sencillamente el hombre) sensible, incapacitado por la sociedad burguesa que lo rodeaba (8).
El rey burgués se publica en el año de 1887 en el periódico La Época de Santiago de Chile, más tarde fue incluido en Azul, libro que reúne versos y cuentos y que marca un precedente para la literatura hispanoamericana. Darío se empeñó en la renovación literaria del idioma español. Se expresa su mayor innovación en los cuentos:
«los cuales alcanzan gran brillantez por su imaginativa temática, el lenguaje, la forma y la estructura, marcando así un evidente contraste con el romanticismo naturalista» (9).
Como José Fernández (alter ego de Silva en De sobremesa), aquí el poeta es el núcleo de la acción, frente al rey burgués que simboliza el poder y el orden de un mundo sofisticado rodeado de comodidades, lujo y exotismo. El exotismo se revela claramente como el recurso estilístico propio del movimiento modernista (japonerías, chinerías, objetos de arte, columnas de alabastro, leones de mármol como los de los tronos salomónicos, refinamiento). Así mismo, el tratamiento de la ironía consolida la estilística modernista (en la pregunta: ¿era un rey poeta? No, amigo mío: era el rey burgués). También constituye parte del escenario creado por el poeta, el mundo clásico: diosas, musas, ninfas, sátiros.
El rey burgués es la síntesis de la época; revelador de las profundas transformaciones en la estructura social derivadas del positivismo y la economía, que generan el proceso de urbanismo de la sociedad hispanoamericana de fines de siglo. Ya se ha inaugurado un cambio de tono en la poética: la autonomía poética frente a la península, independencia frente a los temas románticos y naturalistas. El poeta es la voz que se levanta ante la figura del burgués para criticar un estado de cosas que estructuran el mundo: las relaciones de poder impuestas por el mercado económico que es el signo de la época finisecular. Es la condena al vacío espiritual de la época:
Un día le llevaron una rara especie de hombre ante su trono, donde se hallaba rodeado de cortesanos, de retóricos y de maestros de equitación y de baile.
-¿Qué es eso-? Preguntó
-Señor, es un poeta
El rey tenía cisnes en el estanque, canarios, gorriones, senzontes en la pajarera; un poeta era algo nuevo y extraño (10).

Los escritores modernistas se encontraron frente a una realidad de profundas raíces históricas y tuvieron plena conciencia de ello. Esto les permitió ensayar y perfilar una escritura en prosa y en poesía. Expresaron estéticamente su visión anticapitalista, artesanal de un lenguaje convertido en objeto, su rebeldía frente a la sociedad que condena al artista, que en su desprecio lo margina.

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