jueves, 26 de marzo de 2009

Isabel Allende

El Hombre de Plata

El Juancho y su perra «Mariposa» hacían el camino de tres kilómetros a la escuela dos veces al día. Lloviera o nevara, hiciera frío o sol radiante, la pequeña figura de Juancho se recortaba en el camino con la «Mariposa» detrás. Juancho le había puesto ese nombre porque tenía unas grandes orejas voladoras que, miradas a contra luz, la hacían parecer una enorme y torpe mariposa morena. Y también por esa manía que tenía la perra de andar oliendo las flores como un insecto cualquiera.La «Mariposa» acompañaba a su amo a la escuela, y se sentaba a esperar en la puerta hasta que sonara la campana. Cuando terminaba la clase y se abría la puerta, aparecía un tropel de niños desbandados como ganado despavorido, y la «Mariposa» se sacudía la modorra y comenzaba a buscar a su niño. Oliendo zapatos y piernas de escolares, daba al fin con su Juancho y entonces, moviendo la cola como un ventilador a retropropulsión, emprendía el camino de regreso.Los días de invierno anochece muy temprano. Cuando hay nubes en la costa y el mar se pone negro, a las cinco de la tarde ya está casi oscuro. Ese era un día así: nublado, medio gris y medio frío, con la lluvia anunciándose y olas con espuma en la cresta.--Mala se pone la cosa, Mariposa. Hay que apurarse o nos pesca el agua y se nos hace oscuro... A mí la noche por estas soledades me da miedo, Mariposa --decía Juancho, apurando el tranco con sus botas agujereadas y su poncho desteñido.La perra estaba inquieta. Olía el aire y de repente se ponía a gemir despacito. Llevaba las orejas alertas y la cola tiesa.--¿Qué te pasa? --le decía Juancho--. No te pongas a aullar, perra lesa, mira que vienen las ánimas a penar...A la vuelta de la loma, cuando había que dejar la carretera y meterse por el sendero de tierra que llevaba cruzando los potreros hasta la casa, la Mariposa se puso insoportable, sentándose en el suelo a gemir como si le hubieran pisado la cola. Juancho era un niño campesino, y había aprendido desde niño a respetar los cambios de humor de los animales. Cuando vio la inquietud de su perra, se le pusieron los pelos de punta.--¿Qué pasa, Mariposa? ¿Son bandidos o son aparecidos? Ay... ¡Tengo miedo, Mariposa!El niño miraba a su alrededor asustado. No se veía a nadie. Potreros silenciosos en el gris espeso del atardecer invernal. El murmullo lejano del mar y esa soledad del campo chileno.Temblando de miedo, pero apurado en vista que la noche se venía encima, Juancho echó a correr por el sendero, con el bolsón golpeándole las piernas y el poncho medio enredado. De mala gana, la Mariposa salió trotando detrás.Y entonces, cuando iban llegando a la encina torcida, en la mitad del potrero grande, lo vieron.Era un enorme plato metálico suspendido a dos metros del suelo, perfectamente inmóvil. No tenía puertas ni ventanas: solamente tres orificios brillantes que parecían focos, de donde salía un leve resplandor anaranjado. El campo estaba en silencio... no se oía el ruido de un motor ni se agitaba el viento alrededor de la extraña máquina.El niño y la perra se detuvieron con los ojos desorbitados. Miraban el extraño artefacto circular detenido en el espacio, tan cerca y tan misterioso, sin comprender lo que veían.El primer impulso, cuando se recuperaron, fue echar a correr a todo lo que daban. Pero la curiosidad de un niño y la lealtad de un perro son más fuertes que el miedo. Paso a paso, el niño y el perro se aproximaron, como hipnotizados, al platillo volador que descansaba junto a la copa de la encina.Cuando estaban a quince metros del plato, uno de los rayos anaranjados cambió de color, tornándose de un azul muy intenso. Un silbido agudo cruzó el aire y quedó vibrando en las ramas de la encina. La Mariposa cayó al suelo como muerta, y el niño se tapó los oídos con las manos. Cuando el silbido se detuvo, Juancho quedó tambaleándose como borracho.En la semi-oscuridad del anochecer, vio acercarse un objeto brillante. Sus ojos se abrieron como dos huevos fritos cuando vio lo que avanzaba: era un Hombre de Plata. Muy poco más grande que el niño, enteramente plateado, como si estuviera vestido en papel de aluminio, y una cabeza redonda sin boca, nariz ni orejas, pero con dos inmensos ojos que parecían anteojos de hombre-rana.Juancho trató de huir, pero no pudo mover ni un músculo. Su cuerpo estaba paralizado, como si lo hubieran amarrado con hilos invisibles. Aterrorizado, cubierto de sudor frío y con un grito de pavor atascado en la garganta, Juancho vio acercarse al Hombre de Plata, que avanzaba muy lentamente, flotando a treinta centímetros del suelo.Juancho no sintió la voz del Hombre de Plata, pero de alguna manera supo que él le estaba hablando. Era como si estuviera adivinando sus palabras, o como si las hubiera soñado y sólo las estuviera recordando.--Amigo... Amigo... Soy amigo... no temas, no tengas miedo, soy tu amigo...Poquito a poco el susto fue abandonando al niño. Vio acercarse al Hombre de Plata, lo vio agacharse y levantar con cuidado y sin esfuerzo a la inconsciente Mariposa, y llegar a su lado con la perra en vilo.--Amigo... Soy tu amigo... No tengas miedo, no voy a hacerte daño... Soy tu amigo y quiero conocerte... Vengo de lejos, no soy de este planeta... Vengo del espacio... Quiero conocerte solamente...Las palabras sin voz del Hombre de Plata se metieron sin ruido en la cabeza de Juancho y el niño perdió todo su temor. Haciendo un esfuerzo pudo mover las piernas. El extraño hombrecito plateado estiró una mano y tocó a Juancho en un brazo.--Ven conmigo... Subamos a mi nave... Quiero conocerte... Soy tu amigo...Y Juancho, por supuesto, aceptó la invitación. Dio un paso adelante, siempre con la mano del Hombre de Plata en su brazo, y su cuerpo quedó suspendido a unos centímetros del suelo. Estaba pisando el brillo azul que salía del platillo volador, y vio que sin ningún esfuerzo avanzaba con su nuevo amigo y la Mariposa por el rayo, hasta la nave.Entró a la nave sin que se abrieran puertas. Sintió como si «pasara» a través de las paredes y se encontrara despertando de a poco en el interior de un túnel grande, silencioso, lleno de luz y tibieza.Sus pies no tocaban el suelo, pero tampoco tenía la sensación de estar flotando.--Soy de otro planeta... Vengo a conocer la Tierra... Descendí aquí porque parecía un lugar solitario... Pero estoy contento de haberte encontrado... Estoy contento de conocerte... Soy tu amigo...Así sentía Juancho que le hablaba sin palabras el Hombre de Plata. La Mariposa seguía como muerta, flotando dulcemente en un colchón de luz.--Soy Juancho Soto. Soy del Fundo La Ensenada. Mi papá es Juan Soto --dijo el niño en un murmullo, pero su voz se escuchó profunda y llena de eco, rebotando en el túnel brillante donde se encontraba.El Hombre de Plata condujo al niño a través del túnel y pronto se encontró en una habitación circular, amplia y bien iluminada, casi sin muebles ni aparatos. Parecía vacía, aunque llena de misteriosos botones y minúsculas pantallas.--Este es un platillo volador de verdad --dijo Juancho, mirando a su alrededor.--Sí... Yo quiero conocerte para llevarme una imagen tuya a mi mundo... Pero no quiero asustarte... No quiero que los hombres nos conozcan, porque todavía no están preparados para recibirnos... --decía silenciosamente el Hombre de Plata.--Yo quiero irme contigo a tu mundo, si quieres llevarme con la Mariposa --dijo Juancho, temblando un poco, pero lleno de curiosidad.--No puedo llevarte conmigo... Tu cuerpo no resistiría el viaje... Pero quiero llevarme una imagen completa de ti... Déjame estudiarte y conocerte. No voy a hacerte daño. Duérmete tranquilo... No tengas miedo... Duérmete para que yo pueda conocerte...Juancho sintió un sueño profundo y pesado subirle desde la planta de los pies y, sin esfuerzo alguno, cayó profundamente dormido.El niño despertó cuando una gota de agua le mojaba la cara. Estaba oscuro y comenzaba a llover. La sombra de la encina se distinguía apenas en la noche, y tenía frío, a pesar del calor que le transmitía la Mariposa dormida debajo de su poncho. Vio que estaba descalzo.--¡Mariposa! ¡Nos quedamos dormidos! Soñé con... ¡No! ¡No lo soñé! Es cierto, tiene que ser cierto que conocí al Hombre de Plata y estuve en el Platillo Volador --miró a su alrededor, buscando la sombra de la misteriosa nave, pero no vio más que nubes negras. La perra despertó también, se sacudió, miró a su alrededor espantada, y echó a correr en dirección a la luz lejana de la casa de los Soto. Juancho la siguió también, sin pararse a buscar sus viejas botas de agua, y chapoteando en el barro, corrió a potrero abierto hasta su casa.--¡Cabro de moledera! ¡Adónde te habías metido! --gritó su madre cuando lo vio entrar, enarbolando la cuchara de palo de la cocina sobre la cabeza del niño. ¿Y tus zapatillas de goma? ¡A pata pelada y en la lluvia!--Andaba en el potrero, cerca de la encina, cuando..., ¡Ay, no me pegue mamita!..., cuando vi al Hombre de Plata y el platillo flotando en el aire, sin alas...--Ya mujer, déjalo. El cabro se durmió y estuvo soñando. Mañana buscará los zapatos. ¡A tomarse la sopa ahora y a la cama! Mañana hay que madrugar --dijo el padre.Al día siguiente salieron Juancho y su padre a buscar leña.--Mira hijo... ¿Quién habrá prendido fuego cerca de la encina? Está todo este pedazo quemado. ¡Qué raro! Yo no vi fuego ni sentí olor a humo... Hicieron una fogata redondita y pareja, como una rueda grande --dijo Juan Soto, examinando el suelo, extrañado.El pasto se veía chamuscado y la tierra oscura, como si estuviera cubierta de ceniza. El lugar quemado estaba unos centímetros más bajo que el nivel del potrero, como si un peso enorme se hubiera posado sobre la tierra blanda.Juancho y la Mariposa se acercaron cuidadosamente. El niño buscó en el suelo, escarbando la tierra con un palo.--¿Qué buscas? --preguntó su padre.--Mis botas, taita... Pero parece que se las llevó el Hombre de Plata.El niño sonrió, la perra movió el rabo y Juan Soto se rascó la cabeza extrañado.

miércoles, 25 de marzo de 2009

Leyenda de Tatuana

Miguel Ángel Asturias

EL MAESTRO Almendro tiene la barba rosada, fue uno de los sacerdotes que los hombres blancos tocaron creyéndoles de oro, tanta riqueza vestían, y sabe el secreto de las plantas que lo curan todo, el vocabulario de la obsidiana - piedra que habla - y leer los jeroglífficos de las constelaciones.
Es el árbol que amaneció un día en el bosque donde está plantado, sin que ninguno lo sembrara, come si lo hubieran llevado los fantasmas. El árbol que anda... El árbol que cuenta los años de cuatrocientos días por las lunas que ha visto, que ha visto muchas lunas, como todos los árboles, y que vino ya viejo del Lugar de la Abundancia. Al llenar la luna del Búho-Pescador (nombre de uno de los veinte meses del año de cuatrocientos días), el Maestro Almendro repartió el alma entre los caminos. Cuatro eran los caminos y se marcharon per opuestas direcciones hacia las cuatro extremidades del cielo. La negra extremidad: Noche sortílega. La verde extremidad: Tormenta primaveral. La roja extremidad: Guacamayo o éxtasis de trópico. La blanca extremidad: Promesa de tierras nuevas. Cuatro eran los caminos.
- ¡Caminín! ¡Caminito!... - dijo al Camino Blanco una paloma blanca, pero el Caminito Blanco no la oyó. Quería que le diera el alma del Maestro, que cura de sueños. Las palomas y los niños padecen de ese mal.
- ¡Caminin! ¡Caminito!... - dijo al Camino Rojo un corazón rojo; pero el Camino Rojo no lo oyó. Quería distraerlo para que olvidara el alma del Maestro. Los corazones, como los ladrones, no devuelven las cosas olvidadas.
- ¡Caminin! ¡Caminito!... - dijo al Camino Verde un emparrado verde, pero el Camine Verde no lo oyó. Quería que con el alma del Maestro le desquitase algo de su deuda de hojas y de sombra.
¿Cuántas lunas pasaron andando los caminos?
El más veloz, el Camino Negro, el camino al que ninguno habló en el camino, se detuvo en la ciudad, atravesó la plaza y en el barrio de los mercaderes, por un ratito de descanso, dio el alma del Maestro al Mercader de Joyas sin precio. Era la hora de los gatos blancos. Iban de un lado a otro. ¡Admiración de los resales! Las nubes parecían ropas en los tendederos del cielo. Al saber el Maestro lo que el Camino Negro había hecho, tomó naturaleza humana nuevamente, desnudándose de la forma vegetal en un riachuelo que nacía bajo la luna ruboroso come una flor de almendro, y encaminóse a la ciudad.Llegó al valle después de una jornada, en el primer dibujo de la tarde, a la hora en que volían los rebaños, conversando a los pastores, que contestaban monosilábicamente a sus preguntas, extrañados, come ante una aparición, de su túnica verde y su barba rosada.
En la ciudad se dirigió a Poniente. Hombres y mujeres rodeaban las pilas públicas. El agua sonaba a besos al ir llenando los cántaros. Y guiado por las sombras, en el barrio de los mercaderes encontró la parte de su alma vendida per el Camino Negro al Mercader de Joyas sin precio. La guardaba en el fondo de una caía de cristal con cerradores de oro. Sin perder tiempo se acercó al Mercader, que en un rincón fumaba, a ofrecerle por ella cien arrobas de perlas. El Mercader sonrió de la locura del Maestro. ¿Cien arrobas de perlas? ¡No, sus joyas no tenían precio!
El Maestro aumentó la oferta. Los mercaderes se niegan hasta llenar su tanto. Le daría esmeraldas, grandes come maíces, de cien en cien almudes, hasta formar un lago de esmeraldas. El Mercader sonrió de la locura del Maestro. ¿Un lago de esmeraldas? ¡No, sus joyas no tenían precio! Le daría amuletos, ojos de namik para llamar el agua, plumas contra la tempestad, mariguana para su tabaco...
El Mercader se negó.
¡Le daría piedras preciosas para construir, a medio lago de esmeraldas, un palacio de cuento! El Mercader se negó. Sus joyas no tenían precio, y, además ¿a qué seguir hablando? -, ese pedacito de alma lo quería para cambiarlo, en un mercado de esclavas, por la esclava más bella. Y todo fue inútil, inútil que el Maestro ofreciera y dijera, tanto como lo dijo, su deseo de recobrar el alma. Los mercaderes no tienen corazón. Una hebra de humo de tabaco separaba la realidad del sueño, los gatos negros de los gatos blancos y al Mercader del extraño comprador, que al salir sacudió sus sandalias en el quicio de la puerta. El polvo tiene maldición.
Después de un año de cuatrocientos días - sigue la leyenda - cruzaba los caminos de la cordillera el Mercader. Volvía de países lejanos, acompañado de la esclava comprada con el alma del Maestro, del pájaro flor, cuyo pico trocaba en jacintos las gotitas de miel, y de un séquito de treinta servidores montados.
- ¡No sabes - decía el Mercader a la esclava, arrendando su caballería- cómo vas a vivir en la ciudad! ¡Tu casa será un palacio y a tus órdenes estarán todos mis criados, yo el último, si así lo mandas tú!
- Allá - continuaba con la cara a mitad bañada por el sol - todo será tuyo. ¡Eres una joya, y yo soy el Mercader de Joyas sin precio! ¡Vales un pedacito de alma que no cambié por un lago de esmeraldas!... En una hamaca juntos veremos caer el sol y levantarse el día, sin hacer nada, oyendo los cuentos de una vieja mañosa que sabe mi destino. Mi destino, dice, está en los dedos de una mano gigante, y sabré el tuyo, si así lo pides tú. La esclava se volvía al paisaje de colores diluidos en azules que la distancia iba diluyendo a la vez. Los árboles tejían a los lados del camino una caprichosa decoración de güipil. Las aves daban la impresión de velar dormidas, sin alas, en la tranquilidad del cielo, y en el silencio de granito, el jadeo de las bestias, cuesta arriba, cobraba acento humano.

La esclava iba desnuda. Sobre sus senos, hasta sus piernas, rodaba su cabellera negra envuelta en un solo manojo, como una serpiente. El Mercader iba vestido de oro, abrigadas las espaldas con una manta de lana de chivo. Palúdico y enamorado, al frío de su enfermedad se unía el temblor de su corazón. Y los treinta servidores montados llegaban a la retina como las figuras de un sueño.
Repentinamente, aislados goterones rociaron el camino, percibiéndose muy lejos, en los abajaderos, el grito de los pastores que recogían los ganados, temerosos de la tempestad. Las cabalgaduras apuraron el paso para ganar un refugio, pero no tuvieron tiempo: tras los goterones, el viento azotó las nubes, violentando selvas hasta llegar al valle, que a la carrera se echaba encima las mantas mojadas de la bruma, y los primeros relámpagos iluminaron el paisaje, come los fogonazos de un fotógrafo loco que tomase instantáneas de tormenta.
Entre las caballerías que huían como asombros, rotas las riendas, ágiles las piernas, grifa la crin al viento y las orejas vueltas hacia atrás, un tropezón del caballo hizo rodar al Mercader al pie de un árbol, que, fulminado por el rayo en ese instante, le tomó con las raíces como una mano que recoge una piedra, y le arrojó al abismo.
En tanto, el Maestro Almendro, que se había quedado en la ciudad perdido, deambulaba como loco por las calles, asustando a los niños, recogiendo basuras y dirigiéndose de palabra a los asnos, a los bueyes y a los perros sin dueño, que para el formaban con el hombre la colección de bestias de mirada triste.
- ¿Cuántas lunas pasaron andando los caminos?... - preguntaba de puerta en puerta a las gentes, que cerraban sin responderle, extrañadas, como ante una aparición, de su túnica verde y su barba rosada.
Y pasado mucho tiempo, interrogando a todos, se detuvo a la puerta del Mercader de Joyas sin precio a preguntar a la esclava, única sobreviviente de aquella tempestad:
- ¿Cuántas lunas pasaron andando los caminos?...
El sol, que iba sacando la cabeza de la camisa blanca del día, borraba en la puerta, claveteada de oro y plata, la espalda del Maestro, y la cara morena de la que era un pedacito de su alma, joya que no compró con un lago de esmeraldas.
- ¿Cuántas lunas pasaron andando los caminos!...
Entre los labios de la esclava se acurrucó la respuesta y endureció como sus dientes. El Maestro callaba con insistencia de piedra misteriosa. Llenaba la luna del Búho-Pescador. En silencio se lavaron la cara con los ojos, al mismo tiempo, como dos amantes que han estado ausentes y se encuentra de pronto.
La escena fue turbada por ruidos insolentes. Venían a prenderles en nombre de Dios y el Rey, por brujo a él y por endemoniada a ella. Entre cruces y espadas bajaron a la cárcel, el Maestro con la barba rosada y la túnica verde, y la esclava luciendo las carnes que de tan firmes parecían de oro.
Siete meses después, se les condenó a morir quemados en la Plaza Mayor. La víspera de la ejecución, el Maestro acercóse a la esclava y con la uña le tatuó un barquito en el brazo, diciéndola:
- Por virtud de este tatuaje. Tatuana, vas a huir siempre que te halles en peligro, como vas a huir hoy. Mi voluntad es que seas libre como mi pensamiento; traza este barquito en el muro, en el suelo, en el aire, donde quieras, cierra los ojos, entra en él y vete...
¡Vete, pues mi pensamiento es más fuerte que ídolo de barro amasado con cebollín!
¡Pues mi pensamiento es más dulce que la miel de las abejas que liban la flor del suquinay!
¡Pues mi pensamiento es el que se torna invisible!
Sin perder un segundo la Tatuana hizo lo que el Maestro dijo: trazó el barquito, cerró los ojos y entrando en él - el barquito se puso en movimiento-, escapó de la prisión y de la muerte.
Y a la mañana siguiente, la mañana de la ejecución, los alguaciles encontraron en la cárcel un árbol seco que tenia entre las ramas dos o tres florecitas de almendro, rosadas todavía.

jueves, 19 de marzo de 2009

Surrealismo

LA UNIÓN LIBRE (selección)
André Breton

1. Mi mujer de cabellera de fuego de madera
2. De pensamientos de relámpagos de calor
3. De cintura de reloj de arena
4. Mi mujer de cintura de nutria entre los dientes del tigre
5. Mi mujer de boca de escarapela y de ramo de estrellas de última magnitud
6. De dientes de huellas de ratón blanco sobre la tierra blanca
7. De lengua de ámbar y de vidrio frotados
8. Mi mujer de lengua de hostia apuñalada
9. De lengua de muñeca que abre y cierra los ojos
10. De lengua de piedra increíble
11. Mi mujer de pestañas de palotes de escritura infantil
12. De cejas de borde de nido de golondrina
13. Mi mujer de sienes de pizarra de techo de invernadero
14. Y de vaho en los vidrios
15. Mi mujer de hombros de champaña
16. Y de fuente de cabezas de delfines bajo el hielo
17. Mi mujer de muñecas de cerillos
18. Mi mujer de dedos de azar y de as de corazones
19. De dedos de heno cortado
20. Mi mujer de axilas de marta y de hayucos
21. De noche de San Juan
22. De ligustro y de nido de escalares
23. De brazos de espuma de mar y de esclusa
24. Y de mezcla del trigo y del molino
25. Mi mujer de piernas de cohete
26. De movimientos de relojería y de desesperación
27. Mi mujer de pantorrillas de médula de saúco
28. Mi mujer de pies de iniciales
29. De pies de llaveros de pies de calafates que beben
30. Mi mujer de cuello de cebada no perlada
31. Mi mujer de garganta de Valle de oro
32. De cita en el lecho mismo del torrente
33. De pechos de noche
34. Mi mujer de pechos de topera marina
35. Mi mujer de pechos de crisol de rubíes
36. De pechos de espectro de la rosa bajo el rocío
37. Mi mujer de vientre de despliegue de abanico de los días
38. De vientre de garra de gigante
39. Mi mujer de espalda de pájaro que huye vertical
40. De espalda de azogue
41. De espalda de luz
42. De nuca de canto rodado y de tiza mojada
43. Y de caída de un vaso en el que acaba de beberse
44. Mi mujer de caderas de barquilla
45. De caderas de lustro y de penas de flecha
46. Y de tronco de plumas de pavorreal blanco
47. De balanza insensible
48. Mi mujer de nalgas de asperón y de amianto (Arena suave)
49. Mi mujer de nalgas de espalda de cisne
50. Mi mujer de nalgas de primavera
51. De sexo de gladiolo
52. Mi mujer de sexo de yacimiento de oro y de ornitorrinco
53. Mi mujer de sexo de alga y de bombones antiguos
54. Mi mujer de sexo de espejo
55. Mi mujer de ojos llenos de lágrimas
56. De ojos de panoplia violeta y de aguja imantada (Armaduracompleta)
57. Mi mujer de ojos de sabana
58. Mi mujer de ojos de agua para beber en la cárcel
59. Mi mujer de ojos de madera siempre bajo el hacha
60. De ojos de nivel de agua de nivel de aire de tierra y de fuego

(1931)

René Char
Francia 1907.1988

BAILEMOS EN BARONNIES
Vestida con falda de olivo
la Enamorada
había dicho:
Cree en mi muy infantil fidelidad.
Y desde entonces,
un valle abierto
una cuesta que brilla
un sendero de alianza
han invadido la ciudad
donde el libre dolor se halla bajo las aguas vivas


CONSUELO
Por las calles de la ciudad va mi amor.
Poco importa a dónde vaya en este roto tiempo.
Ya no es mi amor: el que quiera puede hablarle.
Ya no se acuerda: ¿quién en verdad le amó?

Mi amor busca su semejanza en la promesa de las miradas.
El espacio que recorre es mi fidelidad.
Dibuja la esperanza y en seguida la desprecia.
Prevalece sin tomar parte en ello.

Vivo en el fondo de él como un resto de felicidad.
Sin saberlo él, mi soledad es su tesoro. Es el gran meridiano
donde se inscribe su vuelo, mi libertad lo vacía.

Por las calles de la ciudad va mi amor.
Poco importa a dónde vaya en este roto tiempo.
Ya no es mi amor: el que quiera puede hablarle.
Ya no se acuerda: ¿quién en verdad le amó
y le ilumina de lejos para que no caiga?


Pierre Reverdy

ENVIDIA
Visión abigarrada y tenue en su cabeza, huyes de la mía. Posee los astros y los animales de la tierra, los campesinos y las mujeres para servirse de ellos. Lo ha mecido el Océano, a mí el mar, y fue él quien recibió todas las estampas. Roza
ligeramente los despojos que encuentra, todo se ordena y siento mi cabeza pesada que aplasta los frágiles tallos. Destino, si creíste, que podría partir, me hubieras dado alas.


SERES VAGOS
Una vergüenza demasiado grande ha erguido mi frente. Me despojé de aquellos embarazosos andrajos y espero. Esperáis también pero no sé ya qué. Con tal de que algo pase. Todos los ojos salen a las ventanas, los celos de nuestros rivales retroceden al umbral de las puertas. Sin embargo, si nada fuera a suceder.
Ahora voy entre las dos veredas; estoy solo, con el viento que me acompaña burlándose de mí. Adónde huir sino en la noche. Mas la mesa y la lámpara están ahí esperándome y todo lo demás ha muerto de rabia bajo la puerta.


EL AIRE ADOLORIDO
Hace tanto calor que el aire vibra y que todo ruido se vuelve ensordecedor. Jaurías de perros feroces ladran. Por las ventanas abiertas los gritos de las mujeres rivalizan con la fanfarria bárbara. El frío pena para helar aquellas palabras. Si los pájaros se callaran, si las mujeres se callaran, si los perros estuvieran
muertos... Un momento se calman los jardines y todo se duerme; pero pronto el terrible ruido vuelve a empezar. Son los clamores del sol y cada quien responde con exuberancia. Algunos seres mudos son perseguidos y no pueden protestar
ni vengarse. El ruido soberano los oprime. Entre los humos, por encima de los techos únicamente libres, hubiera hecho girar mi cabeza corno un cascabel sin
semilla al cabo de una cuerda. ¡La velocidad acolchada hasta las nubes y permitir al riachuelo que murmure enteramente solo! El cielo ha bajado, cerraron las ventanas y las bocas enmudecieron. Después de la caída de las hojas ni los pájaros se atreven ya a gorjear. Hace tanto frío. El invierno es el silencio.


NOCTURNO
La calle enteramente a oscuras y la estación no ha dejado huella. Hubiera querido salir y retienen mi puerta. Sin embargo, allá arriba, alguien vela y la lámpara está apagada. Mientras que los reverberos no son más que sombras, los anuncios continúan a lo largo de las palizadas. Escucha, no se oye el paso de ningún caballo. Sin embargo, un caballero gigantesco se precipita sobre una bailarina y todo se pierde girando, detrás de un terreno baldío. Sólo la noche conoce el lugar donde se reúnen. Cuando llegue la mañana revestirán sus colores resplandecientes. Ahora todo calla. El cielo parpadea y la luna se oculta entre las chimeneas.


Poemas de Philippe Soupault.
Poeta, ensayista, periodista, novelista, viajero, nació en Chaville, cerca de París el 2 de agosto de 1897.

CREPÚSCULO
Un elefante en su bañera
y tres niños que duermen
singular singular historia
historia de sol poniente.

UNO, DOS O TRES
Busquemos los hijos
Los padres de los hijos
Los hijos de los hijos
Las campanas de la primavera
La fuentes del verano
Las penas del otoño
El silencio del invierno.

René Char.
Nació el catorce de junio 1907 en Isle-sur-Sorgue (Francia). Pertenece a lo que podría llamarse la segunda generación surrealista que se inicia en 1929. Se separa del surrealismo en 1934.

Los soles canoros:

Las desapariciones inexplicables
los accidentes imprevisibles
los infortunios quizás excesivos
las catástrofes de todo orden
los cataclismos que ahogan y carbonizan el
suicidio considerado crimen
los degenerados intratables
los que se enrollan en la cabeza un delantal de herrero
los ingenuos de primera magnitud
los que colocan el féretro de su madre en el fondo de un pozo
los cerebros incultos
los sesos de cuero
los que invernan en el hospital y conservan la embriaguez de
las ropas desgarradas
la malva de las prisiones
la ortiga de las prisiones
la higuera nodriza de ruinas
los silenciosos incurables
los que canalizan la espuma del mundo subterráneo
los poetas excavadores
los que asesinan a los huérfanos tocando el clarín
los magos de la espiga
imperan temperatura benigna alrededor de los sudorosos embalsamadores del trabajo.
Poema Texto Surrealista
Antonin Artaud

El mundo fisíco todavía está allí. Es el parapeto del yo el que mira y sobre el cual ha quedado un pez color ocre rojizo, un pez hecho de aire seco, de una coagulación de agua que refluye.
Pero algo sucedió de golpe.
Nació una arborescencia quebradiza, con reflejos de frentes,
gastados, y algo como un ombligo perfecto, pero vago y que tenía color de sangre aguada y por delante era una granada que derramaba también sangre mezclada con agua, que derramaba sangre cuyas líneas colgaban; y en esas líneas, círculos de senos trazados en la sangre del cerebro.
Pero el aire era como un vacío aspirante en el cual ese busto de mujer venía en el temblor general, en las sacudidas de ese mundo vítreo, que giraba en añicos de frentes, y sacudía su vegetación de columnas, sus nidadas de huevos, sus nudos en espiras, sus montañas mentales, sus frontones estupefactos. Y, en los frontones de las columnas, soles habían quedado aprisionados al azar, soles sostenidos por chorros de aire como si fueran huevos, y mi frente separaba esas columnas, y el aire en copos y los espejos de soles y las espiras nacientes, hacia la línea preciosa de los senos, y el hueco del ombligo, y el vientre que faltaba.
Pero todas las columnas pierden sus huevos, y en la ruptura de la línea de las columnas nacen huevos en ovarios, huevos en sexos invertidos.
La montaña está muerta, el aire esta eternamente muerto. En esta ruptura decisiva de un mundo, todos los ruidos están aprisionados en el hielo; y el esfuerzo de mi frente se ha congelado.
Pero bajo el hielo un ruido espantoso atravesado por capullos de fuego rodea el silencio del vientre desnudo y privado de hielo, y ascienden soles dados vuelta y que se miran, lunas negras, fuegos terrestres, trombas de leche.
La fría agitación de las columnas divide en dos mi espíritu, y yo toco el sexo mío, el sexo de lo bajo de mi alma, que surge como un triángulo en llamas.

Vanguardias latinoamericanas

Autores antologados:

Argentina:
Jorge Luis Borges (1899-1986) ULTRAÍSMO
Jacobo Fijman (1898-1970)
OLiverio Girondo (1891-1967)
Ricardo Güiraldes (1886-1927)
Norah Lange (1906-1972)
Leopoldo Marechal (1900-1970)

Brasil:
Guilherme de Almeida (1890-1969)
Carlos Drummond de Andrade (1902-1987)
Mario de Andrade (1893-1945)
Oswald de Andrade (1890-1954)
Raul Bopp (1898-1984)
Murilo Mendes (1901-1975)

Chile:
Humberto Díaz-Casanueva (1905-1992)
Vicente Huidobro (1893-1948) CREACIONISMO
Juan Marín (1904-1973)
Pablo Neruda (1904-1973)
Pablo de Rokha (1894-1968)
Winétt de Rokha (1894-1951)

Colombia:
León de Greiff (1895-1976)
Luis Vidales (1904-

Cuba:
Emilio Ballagas (1910-1954)
Mariano Brull (1891-1956) (Verdehalago) (Poesía pura. Invento de la jitanjáfora)
Eugenio Florit (1903
Nicolás Guillén (1902-1989)
Manuel Navarro Luna (1894-1966)

Ecuador:
Jorge Carrera Andrade (1903-1978)
Hugo Mayo (1908-1988)


Guatemala:
Luis Cardoza y Aragón (1904

México:
José Gorostiza (1901-1973)
Manuel Maples Artce (1898-1981)
Salvador Novo (1904-1974)
Carlos Pellicer (1899-1977)
José Juan Tablada (1871-1945)
Jaime Torres Bodet (1902-1974)
Xavier Villaurrutia (1903-1950)

Nicaragua:
José Coronel Urtecho (1906
Salomón de la Selva (1893-1959)

Panamá:
Rogelio Sinán (1904

Perú:
Xavier Abril (1905
Serafín Delmar (1901
Alberto Hidalgo (1897-1967) (SIMPLISMO)
César Moro (1906-1956)
Carlos Oquendo de Amat (1905-1936)
Enrique Peña Barrenechea (1904
Alejandro Peralta (1899-1973)
Magda Portal (1901
César Vallejo (1892-1938)
José Varallanos (1908
Emilio Adolfo Westphalen (1911-1994)

Puerto Rico:
Luis Palés Matos (1899-1959) (DIEPALISMO)

República Dominicana:
Domingo Moreno Jimenes (1894-1986)

Uruguay:
Pedro Leandro Ipuche (1899-1976)
Juan Parra del Riego (1892-1925)
Fernán Silva Valdés (1887-1975)

Venezuela:
José Antonio Ramos Sucre (1890-1930)

Carácter internacional de la vanguardia latinoamericana:

1. La ciudad moderna y el deambular del turista
2. El retrato de la mujer y su participación en la vanguardia
3. La revolución y la guerra
4. Poesía pura
5. La poesía interior-surrealista

Carácter nacional:

1. Nacionalismo
2. Democratización del discurso
3. Poesía indigenista
4. Poesía negrista
5. El compromiso social y político

Según Octavio Paz en Los hijos del limo: "la vanguardia no fue únicamente una estética y un
lenguaje; fue una erótica, una política, una visión del mundo, una acción: un estilo de vida."
(p.11)

Carácter internacional de la vanguardia latinoamericana

"Una lectura cuidadosa de la poesía de vanguardia latinoamericana del comienzo de
siglo y de la multitud de manifiestos individuales o de grupo que la acompañan destaca el hecho
de que los poetas vanguardistas latinoamericanos sentían una identidad colectiva que los unía
en tantomiembros de la vanguardia, una identificación entrañable con el movimiento estético y
político internacional". (p.16)

"La identificación de los artistas de la vanguardia latinoamericana con el movimiento
internacional se explica internacionalmente por su conciencia nueva de la modernidad, a la que
sienten que pertenecen, y que definen en términos filosóficos, polkíticos, tecnológicos, estéticos,
etc." (p.17)

Concepto de poesía pura

"...afán de alcanzar la esencia misma de la poesía, una esencia que se alcanzaría al decantar la
poesía de todo lo superfluo, todo lo que no le pertenezca y que no sea esencialmente poético..."
(p.26)

Esta tendencia "ha solido considerar la metáfora como el elemento central de la poesía." (p.26)

Por ejemplo: el manifiesto ultraísta de Borges:

1. Reducción de la lírica a su elemento primordial: la metáfora.
2. Tachadura de las frases medianeras, los nexos y los adjetivos inútiles.
3. Abolición de los tyrebejos ornamentales, el confesionalismo, la circunstanciación, las prédicas
y la nebulosidad rebuscada.
4. Síntesis de dos o más imágenes en una para ensanchar de ese modo su facultad de
sugerencia.
(p.27)

"Pero no se trata de la acepción tradicional de la metáfora sino de una nueva metáfora que
intenta captar una reacción emotiva psíquica frente a una contigüidad externa encontrada o
inventada". (p.27)

Por ejemplo: "La variante cubana de esta línea poética vanguardista -resultado principalmente
de un proceso de decantación y purificación como el que propone Paul Valéry en su artículo
'Poésie pure. Notes pour une conférence'- se encuentra en la así llamada poesía pura (...) la
decantación llevada a su extremo acaba en juegos de palabras, en jitanjáforas que
representan, dentro de cierta sensibilidad infantil y a veces con voces que se acercan a la
poesía popular, una voluntad de aqlcanzar una pureza poética esencial" (p.27)

JITANJÁFORA

"...forma poética sin contenido conceptual ni afectivo que se dirige a la fantasía y al juego de los
sonidos". (p.293)

En contra de la poesía pura:

"La otra vertiente vanguardista se sitúa en contra de la noción de la pureza, en
oposición a la tradición, a la prisión de las formas y los géneros canónicos..." (p.28)


CREACIONISMO

Iniciado por Vicente Huidobro. "La estética creacionista postula la autonomía del objeto
artístico, el abandono de la reproducción artística de la realidad, y la búsqueda y creación de un
mundo paralelo a la naturaleza, un mundo basado en la supremacía de las imjágenes creadas.
Se trata pues de crear, de hacer con la palabra una realidad que no existe, ni puede existir,
fuera del poema". (p.184)

CUBISMO

"...POEMAS DE FORMA MODERNA CUBISTA, QUE JUEGAN CON EL ESPACIO DE
LA PÁGINA, Y EN LOS CUALES ABUNDA EL VOCABULARIO COSMOPOLITA DE ESTA
NUEVA ERA..." (p.201)

MICROGRAMAS (Jorge Carrera Andrade, Ecuador)

"...poemas sintéticos parecidos a los haikus..." (p.323)

LA OTRA VANGUARDIA

" 'esta corriente, realista y no surrealista, (que) se origina en la 'New Poetry' norteamericana',
según José Emilio Pacheco". (p.415)

SIMPLISMO

"...movimiento literario personal (de Alberto Hidalgo, Perú) que se parece al
creacionismo de Huidobro, y que aboga, al igual que el ultraísmo porteño, por la aplicación
continua de la metáfora". (p.441)

DIEPALISMO

"...el primer movimiento de vanguardia en la isla (Puerto Rico), en el cual los poetas intentan
crear objetividad y un modo sintético de expresión mediante los sonidos y la onomatopeya, sin
recurrir a la descripción prolija" (p.507)

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Jacobo Fijman

Subcristal

Zarpas monótonas
amarillentas de las horas
de Otoño,
en las cifras muy lentas de mi hastío.

Tonalidades;
respuestas y llamadas de motivos
en una discordancia de apariencias.
Brilla el cristal de mi locura.
Efervescencias bruscas;
ojos endemoniados de un molino
junto a un eorme zueco
de una carreta que relincha.

Cascan mis dientes piedras de blasfemia.

Vicente Huidobro

De Canciones en la noche: Triángulo armónico

Thesa
La bella
Gentil princesa
Es una blanca estrella
Es una estrella japonesa.
Thesa es la más divina flor de Kioto
Y cuando pasa triunfante en su palanquín
Parece un tierno lirio, parece un pálido loto
Arrancado una tarde de estío del imperial jardín

Todos la adoran comno a una diosa, todos hasta el Mikado
Pero ella cruza por entre todos indiferente
De nadie se sabe que haya su amor logrado
Y siempre está risueña, está sonriente.
Es una Ofelia jponesa
Que a las flores amante
Loca y traviesa
Triunfante
Besa.

Mares árticos

Los mares árticos
Colgados del ocaso

Entre las nubes se quema un pájaro
Día a día
Las plumas iban cayendo
Sobre las tejas de los tejados

Quién ha desenrollado el arco iris

Ya no hay descanso
Blando de alas
Era mi lecho

Sobre los meses árticos
Busco la alondra que voló de mi pecho



Mariano Brull

De La casa del silencio: Verdehalago

Por el verde, verde
verdería de verde mar
Rr con Rr.

Viernes, Vírgula, virgen
enano verde
verdularia cantárida
Rr con Rr.

Verdor y verdín
verdumbre y verdura.
Verde, doble verde
de col y lechuga.

Rr con Rr
en mi verde limón
pájara verde.

Por el verde, verde
verdehalago húmedo
extiéndome. -Extiéndete.

Vengo de Mundodolio
y en Verdehalago me estoy


Nicolás Guillén

De Motivos del son: Mulata

Yo ya me enteré, mulata,
mulata, ya sé que dice
que yo tengo la narice
como nudo de corbata

Y fíjate que tú
no ere tan adelantá,
porque tu boca e bien grande,
y tu pasa colorá.

Tanto tren con tu cuerpo,
tanto tren;
tanto tren con tu boca,
tanto tren;
tanto tren con tu sojo,
tanto tren...

Si tú supiera, mulata,
la verdá;
¡que yo con mi negra tengo,
y no te quiero pa na!


Salomón de la Selva

De El soldado desconocido: Heridos

He visto a los heridos:
¡Qué horribles son los trapos manchados de sangre!
Y los hombres que se quejan mucho;
y los que se quejan poco;
y los que ya han dejado de quejarse!
Y las bocas retorcidas de dolor;
y los dientes aferrados;
y aquel muchacho loco que se ha mordido la lengua
y la lleva de fuera, morada, como si se la hubieran ahorcado!


Alberto Hidalgo

De Simplismos: Telegrafía simplista

La lluvia pone paraguas
sobre las cabezas de los ciudadanos.

Las miradas resbalan en el suelo,

ignorantes del equilibrio.

Los hilos de las conversaciones se humedecen

y quedan en las aceras sus ovillos mijados.

El telégrafo sin hilos es inútil.

La lluvia es un aparato Morse
sobre los vidrios de las ventanas:

tac, tactac, tac, tac.

El cielo y yo cambiamos noticias
por intermedio de los alambres de agua.


Haikai simplista

Tranvía eléctrico que se lanza al campo.

Elocuente manera
de adquirir diez centavos de paisaje.


Carlos Oquendo de Amat


De 5 metros de poemas: Poema surrealista del elefante y del canto

Los elefantes ortopédicos al comienzo se volverán manzanas
constantemente
Porque los aviadores aman las ciudades encendidas como flores
Música entretejida en los abrigos de invierno
Tu boca surtidor de ademanes ascendentes
Palmeras cálidas alrededor de tu palabra itinerario de viajes fáciles
Tómame como a las violetas abiertas al sol



Luis Palés Matos

De Tuntún de pasa y grifería: Danza negra

Calabó y bambú.
Bambú y calabó.
El Gran Cocoroco dice: tu-cu-tú.
La Gran Cocoroca dice: to-co-tó.
Es el sol de hierro que arde en Tombuctú.
Es la danza negra de Fernando Póo.
El cerdo en el fango gruñe: pru-pru-prú..
El sapo en la charca sueña: cro-cro-cró.
Calabó y bambú.
Bambú y calabó.

Rompen los junjunes en furiosa ú.
Los gongos trepidan con profunda ó.
Es la raza negra que ondulando va
En el ritmo gordo del mariyandá.
Llegan los botucos a la fiesta ya.D

martes, 10 de marzo de 2009

Surrealismo

SECRETOS DEL ARTE MÁGICO DEL SURREALISMO (André Breton)Composición surrealista escrita, o primer y último chorro Ordenad que os traigan recado de escribir, después de haberos situado en un lugar que sea lo más propicio posible a la concentración de vuestro espíritu, al repliegue de vuestro espíritu sobre sí mismo. Entrad en el estado más pasivo, o receptivo, de que seáis capaces. Prescindid de vuestro genio, de vuestro talento, y del genio y el talento de los demás. Decíos hasta empaparos de ello que la literatura es uno de los más tristes caminos que llevan a todas partes. Escribid deprisa, sin tema preconcebido, escribid lo suficientemente deprisa para no poder refrenaros, y para no tener la tentación de leer lo escrito. La primera frase se os ocurrirá por sí misma, ya que en cada segundo que pasa hay una frase, extraña a nuestro pensamiento consciente, que desea exteriorizarse. Resulta muy difícil pronunciarse con respecto a la frase inmediata siguiente; esta frase participa, sin duda, de nuestra actividad consciente y de la otra, al mismo tiempo, si es que reconocemos que el hecho de haber escrito la primera produce un mínimo de percepción. Pero eso, poco ha de importaros; ahí es donde radica, en su mayor parte, el interés del juego surrealista. No cabe la menor duda de que la puntuación siempre se opone a la continuidad absoluta del fluir de que estamos hablando, pese a que parece tan necesaria como la distribución de los nudos en una cuerda vibrante. Seguid escribiendo cuanto queráis. Confiad en la naturaleza inagotable del murmullo. Si el silencio amenaza, debido a que habéis cometido una falta, falta que podemos llamar «falta de inatención», interrumpid sin la menor vacilación la frase demasiado clara. A continuación de la palabra que os parezca de origen sospechoso poned una letra cualquiera, la letra l, por ejemplo, siempre la 1, y al imponer esta inicial a la palabra siguiente conseguiréis que de nuevo vuelva a imperar la arbitrariedad. Para no aburrirse en sociedad Eso es muy difícil. Haced decir siempre que no estáis en casa para nadie, y alguna que otra vez, cuando nadie haya hecho caso omiso de la comunicación antedicha, y os interrumpa en plena actividad surrealista, cruzad los brazos, y decid: «Igual da, sin duda es mucho mejor hacer o no hacer. El interés por la vida carece de base. Simplicidad, lo que ocurre en mi interior sigue siéndome inoportuno.» 0 cualquier otra trivialidad igualmente indignante. Para hacer discursos Inscribirse, en vísperas de elecciones, en el primer país en el que se juzgue saludable celebrar consultas de este tipo. Todos tenemos madera de orador: colgaduras multicolores y bisutería de palabras. Mediante el surrealismo, el orador pondrá al desnudo la pobreza de la desesperanza. Un atardecer, sobre una tarima, el orador, solito, descuartizará el cielo eterno, esa Piel de Oso. Y tanto prometerá que cumplir una mínima parte de lo prometido consternará. Dará a las reivindicaciones de un pueblo entero un matiz parcial y lamentable. Obligará a los más irreductibles enemigos a comulgar en un deseo secreto que hará saltar en pedazos a las patrias. Y lo conseguirá con sólo dejarse elevar por la palabra inmensa que se funde en la piedad y rueda en el odio. Incapaz de desfallecer, jugará el terciopelo de todos los desfallecimientos. Será verdaderamente elegido, y las más tiernas mujeres le amarán con violencia. Para escribir falsas novelasSeáis quien seáis, si el corazón así os lo aconseja, quemad unas cuantas hojas de laurel y, sin empeñaros en mantener vivo este débil fuego, comenzad una novela. El surrealismo os lo permitirá; os bastará con clavar la aguja de la «Belleza fija» sobre la «Acción»; en eso consiste el truco. Habrá personajes de perfiles lo bastante distintos; en vuestra escritura, sus nombres son solamente una cuestión de mayúscula, y se comportarán con la misma seguridad con respecto a los verbos activos con que se comporta el pronombre «il», en francés, con respecto a las palabras «pleut», «y a», «faut», etc. Los personajes mandarán a los verbos, valga la expresión; y en aquellos casos en que la observación, la reflexión y las facultades de generalización no os sirvan para nada, podéis tener la seguridad de que los personajes actuarán como si vosotros hubierais tenido mil intenciones que, en realidad, no habéis tenido. De esta manera, provistos de un reducido número de características físicas y morales, estos seres que, en realidad, tan poco os deben, no se apartarán de cierta línea de conducta de la que vosotros ya no os tendréis que ocupar. De ahí surgirá una anécdota más o menos sabia, en apariencia, que justificará punto por punto ese desenlace emocionante o confortante que a vosotros os ha dejado ya de importar. Vuestra falsa novela será una maravillosa simulación de una novela verdadera; os haréis ricos, y todos se mostrarán de acuerdo en que «lleváis algo dentro», ya que es exactamente dentro del cuerpo humano donde esa cosa suele encontrarse. Como es natural, siguiendo un procedimiento análogo, y a condición de ignorar todo aquello de lo que debierais daros cuenta, podéis dedicaros con gran éxito a la falsa crítica. Para tener éxito con una mujer que pasa por la calle ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... ... Contra la muerte El surrealismo os introducirá en la muerte, que es una sociedad secreta. Os enguantará la mano, sepultando allí la profunda M con que comienza la palabra Memoria. No olvidéis tomar felices disposiciones testamentarias: en cuanto a mí respecta, exijo que me lleven al cementerio en un camión de mudanzas. Que mis amigos destruyan hasta el último ejemplar de la edición de Discurso sobre la Escasez de Realidad. El idioma ha sido dado al hombre para que lo use de manera surrealista. En la medida en que al hombre es indispensable hacerse comprender, consigue expresarse mejor o peor, y con ello asegurar el ejercicio de ciertas funciones consideradas como las más primarias. Hablar o escribir una carta no presenta verdaderas dificultades siempre que el hombre no se proponga una finalidad superior a las que se encuentran en un término medio, es decir, siempre que se limite a conversar (por el placer de conversar) con cualquier otra persona. En estos casos, el hombre no sufre ansiedad alguna en lo que respecta a las palabras que ha de pronunciar, ni a la frase que seguirá a la que acaba de pronunciar. A una pregunta muy sencilla será capaz de contestar sin la menor vacilación. Si no está afecto de tics, adquiridos en el trato con los demás, el hombre puede pronunciarse espontáneamente sobre cierto reducido número de temas; y para hacer esto no tiene ninguna necesidad de devanarse los sesos, ni de plantearse problemas previos de ningún género. ¿Y quién habrá podido hacerle creer que esta facultad de primera intención tan sólo le perjudica cuando se propone entablar relaciones verbales de naturaleza más compleja? No hay ningún tema cuyo tratamiento le impida hablar y escribir generosamente. Los actos de escucharse y leerse a uno mismo sólo tienen el efecto de obstaculizar lo oculto, el admirable recurso. No, no, no tengo ninguna necesidad urgente decom prend erme (¡Basta! ¡Siempre me comprenderé!). Si tal o cual frase mía me produce de momento una ligera decepción, confío en que la frase siguiente enmendará los yerros, y me cuido muy mucho de no volverla a escribir, ni corregirla. Unicamente la menor falta de aliento puede serme fatal. Las palabras, los grupos de palabras que se suceden practican entre sí la más intensa solidaridad. No es función mía favorecer a unas en perjuicio de las otras. La solución debe correr a cargo de una maravillosa compensación, y esta compensación siempre se produce. Este lenguaje sin reserva al que siempre procuro dar validez, este lenguaje que me parece adaptarse a todas las circunstancias de la vida, este lenguaje no sólo no me priva ni siquiera de uno de mis medios, sino que me da una extraordinaria lucidez, y lo hace en el terreno en que menos podía esperarlo. Llegaré incluso a afirmar que este lenguaje me instruye, ya que, en efecto, me ha ocurrido emplear surrealistamente palabras cuyo sentido había olvidado. E inmediatamente después he podido verificar que el uso dado a estas palabras respondía exactamente a su definición. Esto nos induce a creer que no se «aprende», sino que uno no hace más que «re-aprender». De esta manera he llegado a familiarizarme con giros muy hermosos. Y no hablo únicamente de la conciencia poética de las cosas, que tan sólo he conseguido adquirir mediante el contacto espiritual con ellas, mil veces repetido. Las formas del lenguaje surrealista se adaptan todavía mejor al diálogo. En el diálogo, hay dos pensamientos frente a frente; mientras uno se manifiesta, el otro se ocupa del que se manifiesta, pero ¿de qué modo se ocupa de él? Suponer que se lo incorpora sería admitir que, en determinado momento, le sería factible vivir enteramente merced a aquel otro pensamiento, lo cual resulta bastante improbable. En realidad, la atención que presta el pensamiento segundo es de carácter totalmente externo, ya que únicamente se concede el lujo de aprobar o desaprobar, generalmente desaprobar, con todos los respetos de que el hombre es capaz. Este modo de hablar no permite abordar el fondo de la cuestión. Mi atención, fija en una invitación que no puede rechazar sin incurrir en grosería, trata el pensamiento ajeno como si fuese un enemigo: en las conversaciones corrientes, el pensamiento fija y «conquista» casi siempre las palabras y las oraciones ajenas, de las que luego se servirá; el pensamiento me pone en situación de sacar partido de estas palabras y oraciones en la réplica, gracias a desvirtuarlas. Esto es especialmente cierto en ciertos estados mentales patológicos en los que las alteraciones sensoriales absorben toda la atención del enfermo, quien, al responder a las preguntas que se le formulan, se limita a apoderarse de la última palabra que ha oído, o de la última porción de una frase surrealista que ha dejado cierto rastro en su espíritu: ¿Qué edad tiene usted?» - «Usted» (Ecoísmo). «¿Cómo se llama usted?» - «Cuarenta y cinco casas» (Síntoma de Ganser o de las respuestas marginales) No hay ninguna conversación en la que no se dé cierto desorden. El esfuerzo en pro de la sociabilidad que las preside y la costumbre que de sostenerlas tenemos son los únicos factores que consiguen ocultarnos temporalmente aquel hecho. Asimismo, la mayor debilidad de todo libro estriba en entrar constantemente en conflicto con el espíritu de sus mejores lectores, y al decir mejores quiero significar los más exigentes. En el brevísimo diálogo que anteriormente he improvisado entre el médico y el enajenado, es, desde luego, este último quien lleva la mejor parte, ya que mediante sus respuestas domina la atención del médico -y, además, no es él quien formula las preguntas-. ¿Cabe afirmar que su pensamiento es el más fuerte de los dos en aquel instante? Quizá. Al fin y al cabo, el paciente goza de la libertad de no tener en cuenta su nombre ni su edad. El surrealismo poético, al que consagro el presente estudio, se ha ocupado, hasta el actual momento, de restablecer en su verdad absoluta el diálogo, al liberar a los dos interlocutores de las obligaciones impuestas por la buena crianza. Cada uno de ellos se dedica sencillamente a proseguir su soliloquio, sin intentar derivar de ello un placer dialéctico determinado, ni imponerse en modo alguno a su prójimo. Las frases intercambiadas no tienen la finalidad, contrariamente a lo usual, del desarrollo de una tesis por muy insustancial que sea, y carecen de todo compromiso, en la medida de lo posible. En cuanto a la respuesta que solicitan debemos decir que, en principio, es totalmente indiferente en cuanto respecta al amor propio del que habla. Las palabras y las imágenes se ofrecen únicamente a modo de trampolín al servido del espíritu del que escucha. Este es el modo en que se ofrecen las palabras y las imágenes en Los campos magnéticos, primera obra puramente surrealista, y especialmente en las páginas bajo el común título de «Barreras», en donde Soupault y yo nos comportamos como interlocutores imparciales. El surrealismo no permite a aquellos que se entregan a él abandonarlo cuando mejor les plazca. Todo induce a creer que el surrealismo actúa sobre los espíritus tal como actúan los estupefacientes; al igual que éstos crea un cierto estado de necesidad y puede inducir al hombre a tremendas rebeliones. También podemos decir que el surrealismo es un paraíso harto artificial, y la afición a este paraíso deriva del estudio de Baudelaire, al igual que la afición a los restantes paraísos artificiales. El análisis de los misteriosos efectos y, de los especiales goces que el surrealismo puede e, n, g, en, drar no puede faltar en el presente estudio, y es de advertir que, en muchos aspectos, el surrealismo parece un vicio nuevo que no es privilegio exclusivo de unos cuantos individuos, sino que, como el haxis, puede satisfacer a todos los que tienen gustos refinados. 1. Hay imágenes surrealistas que son como aquellas imágenes producidas por el opio que el hombre no evoca, sino que «se le ofrecen espontáneamente despóticamente, sin que las pueda apartar de sí, por cuanto la voluntad ha perdido su fuerza, y ha dejado de gobernar las facultades» (15). Naturalmente, faltaría saber si las imágenes, en general, han sido alguna vez «evocadas». Si nos atenemos, tal como yo hago, a la definición de Reverdy, no parece que sea posible aproximar voluntariamente aquello que él denomina «dos realidades distantes». La aproximación ocurre o no ocurre, y esto es todo. Niego con toda solemnidad que, en el caso de Reverdy, imágenes como: Por el cauce del arroyo fluye una cancióno El día se desplegó como un blanco mantel o El mundo regresa al interior de un saco comporten el menor grado de premeditación. A mi juicio, es erróneo pretender que «el espíritu ha aprehendido las relaciones» entre dos realidades en él presentes. Para empezar, digamos que el espíritu no ha percibido nada conscientemente. Contrariamente, de la aproximación fortuita de dos términos ha surgido una luz especial, la luz de la imagen, ante la que nos mostramos infinitamente sensibles. El valor de la imagen está en función de la belleza de la chispa que produce; y, en consecuencia, está en función de la diferencia de potencia entre los dos elementos conductores. Cuando esta diferencia apenas existe, como en el caso de las comparaciones (16), la chispa no nace. A mi juicio, no está en la mano del hombre el poder de conseguir la aproximación de dos realidades tan distantes como aquellas a que antes nos hemos referido, por cuanto a ello se opone el principio de la asociación de ideas, tal como lo entendemos. De lo contrario, sólo nos quedaría el recurso de volver a adoptar un arte de carácter elíptico, que Reverdy condena, tal como yo lo condeno. Fuerza es reconocer que los dos términos de la imagen no son el resultado de una labor de deducción recíproca, llevada a cabo por el espíritu con el fin de producir la chispa, sino que son productos simultáneos de la actividad que yo denomino surrealista, en la que la razón se limita a constatar y a apreciar el fenómeno luminoso. Y del mismo modo que la duración de la chispa se prolonga cuando se produce en un ambiente de rarificación, la atmósfera surrealista creada mediante la escritura mecánica, que me he esforzado en poner a la disposición de todos, se presta de manera muy especial a la producción de las más bellas imágenes. Incluso cabe decir que, en el curso vertiginoso de esta escritura, las imágenes que aparecen constituyen la única guía del espíritu. Poco a poco, el espíritu queda convencido del valor de realidad suprema de estas imágenes. Limitándose al principio a sentirlas, el espíritu pronto se da cuenta de que estas imágenes son acordes con la razón, y aumentan sus conocimientos. El espíritu adquiere plena conciencia de las ilimitadas extensiones en que se manifiestan sus deseos, en las que el pro y el contra se armonizan sin cesar, y en las que su ceguera deja de ser peligrosa. El espíritu avanza, atraído por estas imágenes que le arrebatan, que apenas le dejan el tiempo preciso para soplarse el fuego que arde en sus dedos. Vive en la más bella de todas las noches, en la noche cruzada por la luz del relampagueo, la noche de los relámpagos. Tras esta noche, el día es la noche. Los innumerables tipos de imágenes surrealistas exigen una clasificación que, por el momento, no voy a pretender efectuar. Agrupar estas imágenes según sus afinidades particulares me llevaría demasiado lejos; esencialmente, quiero tan sólo tener en consideración sus excelencias comunes. No voy a ocultar que para mí la imagen más fuerte es aquella que contiene el más alto grado de arbitrariedad, aquella que más tiempo tardamos en traducir a lenguaje práctico, sea debido a que lleva en sí una enorme dosis de contradicción, sea a causa de que uno de sus términos esté curiosamente oculto, sea porque tras haber presentado la apariencia de ser sensacional, se desarrolla después débilmente (que la imagen cierre bruscamente el ángulo de su compás), sea porque de ella se derive una justificación formal irrisoria, sea porque pertenezca a la clase de las imágenes alucinantes, sea porque preste de un modo muy natural la máscara de lo abstracto a lo que es concreto, sea por todo lo contrario, sea porque implique la negación de alguna propiedad física elemental, sea porque dé risa. He aquí unos cuantos ejemplos de imágenes correctas: Los rubís del champaña. Lautréamont. Bello como la ley de paralización del desarrollo del pecho de los adultos cuya propensión al crecimiento no guarda la debida relación con la cantidad de moléculas que su organismo produce. Lautréamont. Una iglesia se alzaba sonora como una campana. Philippc Soupault. En el sueño de Rrose Sélavy hay un enano salido de un pozo, que come pan por la noche. Robert Desnos. Sobre el puente se balanceaba el rocío con cabeza de gata. André Breton. Un poco a la izquierda, en mi divino firmamento, percibo -aunque sin duda es tan sólo un vapor de sangre y asesinatos- el brillante despintado de las perturbaciones de la libertad. Louis Aragon. En el interior del bosque incendiado Frescos los leones se han quedado. Roger Vitrac. El color de las medias de una mujer no es obligatoriamente la imagen de sus ojos, lo cual ha inducido a decir a un filósofo, cuyo nombre es inútil hacer constar: «los cetalópodos tienen más razones que los cuadrúpedos para odiar el progreso» . Max Morise. 1. Tanto si se quiere como si no, ahí hay materia para satisfacer muchas necesidades del espíritu. Todas estas imágenes parecen atestiguar que el espíritu ha alcanzado la madurez suficiente para gozar de más satisfacciones que aquellas que por lo general se le conceden. Este es el único medio de que dispone para sacar partido de la cantidad ideal de acontecimientos de que está preñado (17). Estas imágenes le dan la medida de su normal disipación y de los inconvenientes que ésta le comporta. No es malo que estas imágenes acaben por desconcertar al espíritu, ya que desconcertarle equivale a situarle ante un camino errado. Las frases que he citado contribuyen grandemente a ello. Pero el espíritu que sabe saborearlas obtiene de ellas la certidumbre de hallarse en el buen camino; el espíritu, por sí mismo, jamás se declarará culpable de emplear sutilezas idiomáticas; nada tiene que temer por cuanto, además, se fortifica con la búsqueda total. 2. El espíritu que se sumerge en el surrealismo revive exaltadamente la mejor parte de su infancia. Al espíritu le ocurre un poco lo mismo que a aquel que, próximo a morir ahogado, repasa, en menos de un minuto, su vida entera, en todos sus agobiantes detalles. Habrá quien diga que esto no es demasiado incitante. Pero no me interesa en absoluto incitar a quien tal digan. De los recuerdos de la infancia y de algunos otros se desprende cierto sentimiento de no estar uno absorbido, y, en consecuencia, de despiste, que considero el más fecundo entre cuantos existen. Quizá sea vuestra infancia lo que más cerca se encuentra de la «verdadera vida»; esa infancia, tras la cual, el hombre tan sólo dispone, además de su pasaporte, de ciertas entradas de favor; esa infancia en la que todo favorece la eficaz, y sin azares, posesión de uno mismo. Gracias al surrealismo, parece que las oportunidades de la infancia reviven en nosotros. Es como si uno volviera a correr en pos de su salvación, o de su perdición. Se revive, en las sombras, un terror precioso. Gracias a Dios, tan sólo se trata del Purgatorio. Se atraviesan, sintiendo un estremecimiento, aquellas zonas que los ocultistas denominan paisajes peligrosos. Mis pasos suscitan la aparición de monstruos que me acechan, monstruos que todavía no me tienen demasiada malquerencia, debido a que les temo, por lo que todavía no estoy perdido. Ahí están «los elefantes con cabeza de mujer y los leones voladores» cuyo encuentro nos hacía temblar de miedo, a Soupault y a mí; ahí está el «pez soluble» que todavía me da un poco de miedo. ¡PEZ SOLUBLE, no, no soy yo el pez soluble, yo nací bajo el signo de Acuario, y el hombre es soluble en su pensamiento! La fauna y la flora del surrealismo son inconfesables. 3. No creo en la posibilidad de la próxima aparición de un pontífice surrealista. Las características comunes a todos los textos del género, entre ellos los que acabo de citar, así como muchos otros que por sí solos nos podrían proporcionar un riguroso desglose analítico lógico y gramatical, no impiden una cierta evolución de la prosa surrealista, al paso del tiempo. Prueba irrefragable de ello lo son las historietas que vienen a continuación, en este mismo volumen, historietas escritas después de gran cantidad de ensayos a cuya elaboración me entregué con la finalidad antes dicha durante cinco años, y que tengo la debilidad de juzgar, en su mayoría, extremadamente desordenadas. No estimo que esas historietas sean, en virtud de lo que de ellas he expresado, ni más ni menos capaces de poner de relieve ante el lector los beneficios que la aportación surrealista puede proporcionar a su conciencia. Por otra parte, es preciso dar mayor envergadura a los medios surrealistas. Todo medio es bueno para dar la deseable espontaneidad a ciertas asociaciones. Los papeles pegados de Picasso y de Braque tienen el mismo valor que la inserción de un lugar común en el desarrollo literario del estilo más laboriosamente depurado. Incluso está permitido dar el título de POEMA a aquello que se obtiene mediante la reunión, lo más gratuita posible (si no les molesta, fíjense en la sintaxis) de títulos y fragmentos de títulos recortados de los periódicos diarios:POEMAUna carcajada de zafiro en la isla de Ceilán Las más hermosas escamas TIENEN MATIZ AGOSTADO BAJO LOS CERROJOS en una granja aisladaDE DIA EN DIA se agrava lo agradable Un camino de carroos conduce a los límites con lo ignoto el café predica las loas de su santo EL COTIDIANO ARTIFICE DE VUESTRA BELLEZA SEÑORA un par de medias de seda no esUn salto en el Vacío UN CIERVO El amor ante todoTodo podría solucionarse PARIS ES UNA GRAN CIUDAD Vigilad Los rescoldos LA ORACION Del buen tiempo Sabed queLos rayos ultravioletas han culminado su tarea Breve y beneficiosa El PRIMER DIARIO BLANCODEL AZAR Rojo será El cantor vagabundo ¿DÓNDE ESTÁ? en la memoria en su casa EN EL BAILE DE LOS ARDIENTES Hago bailando Lo que se hace, lo que se hará Y se podrían dar muchos más ejemplos. También el teatro, la filosofía, la ciencia, la crítica, conseguirían volver a encontrarse a sí mismos. Debo apresurarme a añadir que las futuras técnicas surrealistas no me interesan. Ya he dado a entender con suficiente claridad que las aplicaciones del surrealismo a la acción me parecen poseer una importancia muy diferente (18). Ciertamente, no creo en el valor profético de la palabra surrealista. «Mis palabras son palabras de oráculo» (19). Sí en la medida que yo quiera, porque ¿acaso no se es oráculo ante uno mismo? (20) La piedad de los hombres no me engaña. La voz surrealista que estremeció a Cumas, Dodona y Delfos es la misma que dicta mis discursos menos iracundos. Mi tiempo no puede ser el suyo, ¿y por qué ha de ayudarme esta voz a resolver el infantil problema de mi destino? Por desgracia, parezco actuar en un mundo en el que, para llegar a tener en cuenta sus sugerencias, estoy obligado a servirme de dos clases de intérpretes, unos me traducirán sus frases, y los otros, que es imposible hallar, comunicarán a mis semejantes la comprensión que yo haya alcanzado de estas frases. Este mundo en el que yo sufro lo que sufro (mejor será que no lo sepáis), este mundo moderno, este mundo, en fin... ¡diabólico! Bueno, pues ¿qué queréis que yo haga en él? La voz surrealista quizá se extinga, no puedo yo contar mis desapariciones. Yo no podré estar presente, ni siquiera un poco, en el maravilloso descuento de mis años y mis días. Seré como Nijinski, a quien el año pasado llevaron a los ballets rusos y no pudo comprender qué clase de espectáculo era aquel al que asistía. Quedaré solo, muy solo en mí, indiferente a todos los ballets del mundo. Os doy todo lo que he hecho y todo lo que no he hecho. Y, desde entonces, siento unos grandes deseos de contemplar con indulgencia los sueños científicos que, a fin de cuentas, tan indecorosos son desde todos los puntos de vista. ¿Los sin hijos? Bien. ¿La sífilis? Igual me da. ¿La fotografía? Nada tengo que oponer. ¿El cine? ¡Vivan las salas oscuras! ¿La guerra? ¡Que risa! ¿El teléfono? ¡Diga! ¿La juventud? ¡Encantadores cabellos blancos! Intentad hacerme decir «gracias»: «Gracias». Gracias... Si el vulgo tiene en gran estima eso que, propiamente hablando, se denomina investigaciones de laboratorio, se debe a que gracias a ellas se ha conseguido construir una máquina o descubrir un suero en los que el vulgo se cree directamente interesado. No duda ni por un instante que con ello se ha querido mejorar su suerte. No sé con exactitud cuál es el ideal de los sabios con tendencias humanitarias, pero me parece que de él no forma parte una gran cantidad de bondad. Entendámonos, hablo de los verdaderos sabios, no de los vulgarizadores de cualquier tipo, en posesión de un título. En este terreno, como en cualquier otro, creo en la pura alegría surrealista del hombre que, consciente del fracaso de todos los demás, no se da por vencido, parte de donde quiere y, a lo largo de cualquier camino que no sea razonable, llega a donde puede. Puedo confesar tranquilamente que me es absolutamente indiferente la imagen que el hombre en cuestión juzgue oportuno utilizar para seguir su camino, imagen que quizá le procure la pública estimación. Tampoco me importa el material del que necesariamente tendrá que proveerse: sus tubos de vidrio o mis plumas metálicas... En cuanto al método de tal hombre lo considero tan bueno como el mío. He visto en plena actuación al descubridor del reflejo cutáneo plantar; no hacía más que experimentar sin tregua en los sujetos objeto de su estudio, no era un «examen», ni mucho menos, lo que hacía; resultaba evidente que había dejado de fiarse de todo género de planes. De vez en cuando formulaba una observación, con aire de lejanía, sin abandonar por ello su aguja, mientras que su martillo actuaba constantemente. Encargó a otros la trivial tarea de tratar a los enfermos. Se entregó por entero a su sagrada fiebre. El surrealismo, tal como yo lo entiendo, declara nuestro inconformismo absoluto con la claridad suficiente para que no se le pueda atribuir, en el proceso el mundo real, el papel de testigo de descargo. Contrariamente, el surrealismo únicamente podrá explicar el estado de completo aislamiento al que esperamos llegar, aquí, en esta vida. El aislamiento de la mujer en Kant, el aislamiento de los «racimos» en Pasteur, el aislamiento de los vehículos en Curie, son a este respecto, profundamente sintomáticos. Este mundo está tan sólo muy relativamente proporcionado a la inteligencia, y los incidentes de este género no son más que los episodios más descollantes, por el momento, de una guerra de independencia en la que considero un glorioso honor participar. El surrealismo es el «rayo invisible» que algún día nos permitirá superar a nuestros adversarios. «Deja ya de temblar, cuerpo». Este verano, las rosas son azules; el bosque de cristal. La tierra envuelta en verdor me causa tan poca impresión como un fantasma. Vivir y dejar de vivir son soluciones imaginarias. La existencia está en otra parte.