lunes, 3 de marzo de 2008

La Araucana

La Araucana
Alonso de Ercila y Zúñiga
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Alonso de Ercilla y Zúñiga (1533-1594), fue un soldado español, y fue un poeta que escribió la primera gran epopeya americana y a la vez, es una representación del renacimiento español: La Araucana.
Había nacido en Madrid, y sirvió en la corte del príncipe, Felipe II. En 1556 llegó a Perú con el virrey Hurtado de Mendoza.
En 1557 acompañó el hijo del virrey, García Hurtado de Mendoza, cuando fue nombrado Gobernador de Chile, Ercilla lo acompañó y participó en la expedición contra los araucanos.
Durante esa expedición que duró más de año y medio, Ercilla se sintió admirado por el heroísmo y del espíritu indómito de los indígenas araucanos en los enfrentamientos con los soldados españoles, y estas experiencias vividas tan de cerca, le inspiraron el poema épico La Araucana (la primera parte se publicó en 1569 y posteriormente, en 1578 y 1589, las dos partes restantes) la gran obra épica culta de la literatura americana, sobre la conquista de La Araucania que formó parte del Virreinato del Perú.
Si bien el texto fue dedicado a Felipe II, el protagonista real es el pueblo araucano y sus caudillos, sobre todo, Lautaro y Caupolicán y que exalta el valor y la grandeza de los araucos lo que permitió conocer a través de la literatura, al público europeo, lo que para ellos eran las costumbres y descripciones del exotismo indigenista.




Alonso de Ercilla y Zúñiga

Antecedentes
El mejor poema épico y la primera obra literaria que refleja esa gesta es La Araucana, de Alonso de Ercilla y Zúñiga (1533-1594), poeta madrileño que viajó a América a los 21 años y participó como soldado en las luchas contra los araucanos en Chile. Compuso su poema en el campo de batalla, "escribiendo muchas veces en cuero por falta de papel y en pedazos de cartas, algunos tan pequeños que apenas cabían sus versos, que no costó después poco trabajo juntarlos".
Su formación literaria se desarrolla en la corte de los reyes y su educación, al lado del príncipe, el futuro Felipe II, a quien acompaña en su séquito por Italia y Alemania. Posteriormente, marcha junto al soberano a Londres (1555) con motivo de las segundas nupcias del rey con María Tudor, obteniendo licencia para viajar a las Indias con .el virrey del Perú don Andrés Hurtado de Mendoza.
Ese hecho modificó el destino de Ercilla, luego actor y recreador de las luchas con los araucanos. Después de muchos años publica en España La Araucana, obra que lo sitúa entre los mejores poetas de su tiempo. A esa versión, que contiene solamente la primera parte, publicada en 1568, siguió la segunda, en 1578, en la cual rinde culto al valor de los pueblos americanos que luchaban contra los invasores. En el prólogo de su poema, declara que es cosa de admiración la bravura de los araucanos, quienes no poseyendo las armas de guerra ni los medios de lucha de los españoles "hayan redimido y sustentado su libertad, derramando en sacrificio de ella tanta sangre".
Asimismo, la historia de los hechos vividos ha permitido leer el poema de Ercilla para confirmar aspectos de la Conquista que ya hablan sido registrados en la prosa de los cronistas de Indias. Para el poeta la historia "no es ficción ni fantasía", y La Araucana, según los propósitos de su autor, es una relación versificada de acontecimientos reales.
El poema está compuesto por treinta y siete cantos en octavas con verso endecasílabo, a la manera de Garcilaso. La sencillez de las rimas y el equilibrio de las partes que armoniosamente se integran dentro de la historia particular de la Conquista en Chile, son propias de la sobriedad renacentista. La victoria de los araucanos, el infortunio de los guerreros y la derrota final de Caupolicán, ajusticiado cruelmente por los españoles, constituyen el centro de las partes I, II y lI1.

Veiravé, Alfredo. Literatura Hispanoamericana, Editorial Kapelusz, Argentina, 1976.














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Canto I
El cual declara el asiento y descripción de la provincia de Chile y Estado de Arauco, con las costumbres y modos de guerra que los naturales tienen; y asimismo trata en suma la entrada y conquista que los españoles hicieron hasta que Arauco se comenzó a rebelar.

(Fragmento del canto I)

(...)
Son de gestos robustos, desbarbados,
bien formados los cuerpos y crecidos,
espaldas grandes, pechos levantados,
recios miembros, de nervios bien fornidos;
ágiles, desenvueltos, alentados, 365
animosos, valientes, atrevidos,
duros en el trabajo, y sufridores
de fríos mortales, hambres y calores. [21]
No ha habido rey jamás que sujetase
esta soberbia gente libertada, 370
ni extranjera nación que se jactase
de haber dado en sus términos pisada;
ni comarcana tierra que se osase
mover en contra y levantar espada:
siempre fue exenta, indómita, temida, 375
de leyes libre y de cerviz erguida.
El potente rey Inga, aventajado
en todas las antárticas regiones,
fue un señor en extremo aficionado
a ver y conquistar nuevas naciones; 380
y por la gran noticia del estado
a Chile despachó sus Orejones;
mas la parlera fama de esta gente
la sangre les templó y ánimo ardiente.
Pero los nobles Ingas valerosos 385
los despoblados ásperos rompieron,
y en Chile algunos pueblos belicosos
por fuerza a servidumbre redujeron:
a do leyes y edictos trabajosos
con dura mano armada introdujeron, 390
haciéndoles con fueros disolutos
pagar grandes subsidios y tributos.
Dado asiento en la tierra y reformado
el campo con ejército pujante,
en demanda del reino deseado 395
movieron sus escuadras adelante:
no hubieron muchas millas caminado,
cuando entendieron que era semejante
el valor a la fama que alcanzada
tenía el pueblo araucano por la espada. 400 [22]
Los Promaucaes de Maule, que supieron
el vano intento de los Ingas vanos,
al paso y duro encuentro les salieron,
no menos en buen orden que lozanos;
y las cosas de suerte sucedieron 405
que, llegando estas gentes a las manos,
murieron infinitos Orejones,
perdiendo el campo y todos los pendones.
Los indios Promaucaes es una gente
que está cien millas antes del estado, 410
brava, soberbia, próspera y valiente,
que bien los españoles la han probado:
pero con cuanto digo, es diferente
de la fiera nación, que, cotejado
el valor de las armas y excelencia, 415
es grande la ventaja y diferencia.
Los Ingas, que la fuerza conocían
que en la provincia indómita se encierra,
y cuán poco a los brazos ganarían
llegada al cabo la empezada guerra; 420
visto el errado intento que traían,
desamparando la ganada tierra,
volvieron a los pueblos que dejaron
donde por algún tiempo reposaron.
Pues don Diego de Almagro, Adelantado, 425
que en otras mil conquistas se había visto,
por sabio en todas ellas reputado,
animoso, valiente, franco y quisto,
a Chile caminó determinado
de extender y ensanchar la fe de Cristo; 430
pero en llegando al fin de este camino
dar en breve la vuelta le convino. [23]
A sólo el de Valdivia esta victoria
con justa y gran razón le fue otorgada,
y es bien que se celebre su memoria, 435
pues pudo adelantar tanto su espada:
éste alcanzó en Arauco aquella gloria,
que de nadie hasta allí fuera alcanzada;
la altiva gente al grave yugo trujo,
y en opresión la libertad redujo. 440
Con una espada y capa solamente,
ayudado de industria que tenía,
hizo con brevedad de buena gente
una lucida y gruesa compañía;
y con designio y ánimo valiente 445
toma de Chile la derecha vía,
resuelto en acabar de esta salida
la demanda difícil o la vida.
Viose en el largo y áspero camino
por la hambre, sed y frío en gran estrecho; 450
pero con la constancia que convino
puso al trabajo el animoso pecho:
y el diestro hado y próspero destino
en Chile le metieron, a despecho
de cuantos estorbarlo procuraron, 455
que en su daño las armas levantaron.
Tuvo a la entrada con aquellas gentes
batallas y rencuentros peligrosos,
en tiempos y lugares diferentes,
que estuvieron los fines bien dudosos; 460
pero al cabo por fuerza los valientes
españoles, con brazos valerosos,
siguiendo el hado y con rigor la guerra,
ocuparon gran parte de la tierra. [24]
No sin gran riesgo y pérdidas de vidas 465
asediados seis años sostuvieron,
y de incultas raíces desabridas
los trabajados cuerpos mantuvieron,
do a las bárbaras armas oprimidas
a la española devoción trujeron, 470
por ánimo constante y raras pruebas
criando en los trabajos fuerzas nuevas.
Después entró Valdivia conquistando
con esfuerzo y espada rigurosa,
los Promaucaes por fuerza sujetando, 475
Curios, Cauquenes, gente belicosa;
y, el Maule y raudo Itata atravesando,
llegó al Andaliën, do la famosa
ciudad fundó de muros levantada,
felice en poco tiempo y desdichada. 480
Una batalla tuvo aquí sangrienta
donde a punto llegó de ser perdido:
pero Dios le acorrió en aquella afrenta;
que en todas las demás le había acorrido:
otros dello darán más larga cuenta, 485
que les está este cargo cometido;
allí fue preso el bárbaro Ainavillo,
honor de los Pencones y caudillo.
De allí llegó al famoso Biobío,
el cual divide a Penco del estado, 490
que del Nibequetén, copioso río,
y de otros viene al mar acompañado;
de donde con presteza y nuevo brío,
en orden buena y escuadrón formado
pasó de Andalicán la áspera sierra, 495
pisando la araucana y fértil tierra. [25]
No quiero detenerme más en esto,
pues que no es mi intención dar pesadumbre;
y así pienso pasar por todo presto,
huyendo de importunos la costumbre: 500
digo con tal intento y presupuesto
que antes que los de Arauco a servidumbre
viniesen, fueron tantas las batallas,
que dejo por prolijas de contallas.
Ayudó mucho el ignorante engaño 505
de ver en animales corregidos
hombres que por milagro y caso extraño
de la región celeste eran venidos:
y del súbito estruendo y grave daño
de los tiros de pólvora sentidos, 510
como a inmortales dioses los temían,
que con ardientes rayos combatían.
Los españoles hechos hazañosos
el error confirmaban de inmortales,
afirmando los más supersticiosos, 515
por los presentes los futuros males:
y así tibios, suspensos y dudosos,
viendo de su opresión claras señales,
debajo de hermandad y fe jurada
dio Arauco la obediencia jamás dada. 520
Dejando allí el seguro suficiente
adelante los nuestros caminaron;
pero todas las tierras llanamente,
viendo Arauco sujeta, se entregaron;
y reduciendo a su opinión gran gente, 525
siete ciudades prósperas fundaron,
Coquimbo, Penco, Angol y Santiago,
La Imperial, Villa-Rica, y la del Lago. [26]
El felice suceso, la victoria,
la fama y posesiones que adquirían 530
los trujo a tal soberbia y vanagloria,
que en mil leguas diez hombres no cabían;
sin pasarles jamás por la memoria
que en siete pies de tierra al fin habían
de venir a caber sus hinchazones, 535
su gloria vana y vanas pretensiones.
Crecían los intereses y malicia,
a costa del sudor y daño ajeno,
y la hambrienta y mísera codicia
con libertad paciendo iba sin freno: 540
la ley, derecho, el fuero y la justicia
era lo que Valdivia había por bueno,
remiso en graves culpas y piadoso,
y en los casos livianos riguroso.
Así el ingrato pueblo Castellano, 545
en mal y estimación iba creciendo,
y siguiendo el soberbio intento vano
tras su fortuna próspera corriendo:
pero el Padre del cielo soberano
atajó este camino, permitiendo 550
que aquel a quien él mismo puso el yugo
fuese el cuchillo y áspero verdugo.
El estado araucano acostumbrado
a dar leyes, mandar y ser temido,
viéndose de su trono derribado, 555
y de mortales hombres oprimido;
de adquirir libertad determinado,
reprobando el subsidio padecido,
acude al ejercicio de la espada,
ya por la paz ociosa desusada. 560 [27]
Dieron señal primero y nuevo tiento
(por ver con qué rigor se tomaría)
en dos soldados nuestros, que a tormento
mataron sin razón y causa un día:
disimulose aquel atrevimiento, 565
y con esto crecioles la osadía;
no aguardando a más tiempo, abiertamente
comienzan a llamar y juntar gente.
Principio fue del daño no pensado
el no tomar Valdivia presta enmienda 570
con ejemplar castigo del estado;
pero nadie castiga en su hacienda:
el pueblo sin temor desvergonzado
con nueva libertad rompe la rienda
del homenaje hecho y la promesa, 575
como el segundo canto aquí lo expresa.

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La Araucana
Alonso de Ercilla y Zúñiga
(Síntesis de la obra)
·
o Canto I
El cual declara el asiento y descripción de la provincia de Chile y Estado de Arauco, con las costumbres y modos de guerra que los naturales tienen; y asimismo trata en suma la entrada y conquista que los españoles hicieron hasta que Arauco se comenzó a rebelar
o Canto II
Pónese la discordia que entre los caciques de Arauco hubo sobre la elección de capitán general, y el medio que se tomó por el consejo del cacique Colocolo, con la entrada que por engaño los bárbaros hicieron en la casa fuerte de Tucapel y la batalla que con los españoles tuvieron
o Canto III
Valdivia con pocos españoles y algunos indios amigos camina a la casa de Tucapel para hacer el castigo. Mátanle los araucanos a los corredores en el camino en un paso estrecho y danle después la batalla, en la cual fue muerto él y toda su gente por el gran esfuerzo y valentía de Lautaro
o Canto IV
Vienen catorce españoles por concierto a juntarse con Valdivia en la fuerza de Tucapel: hallan los indios en una emboscada, con los cuales tuvieron un porfiado recuentro: llega Lautaro con gente de refresco: mueren siete españoles y todos los amigos que llevan: escápanse los otros por una gran ventura
o Canto V
Contiénese la reñida batalla que entre los españoles y araucanos hubo en la cuesta de Andalicán, donde por la astucia de Lautaro y el demasiado trabajo de los españoles, fueron los nuestros desbaratados, y muertos más de la mitad de ellos, juntamente con tres mil indios amigos
o Canto VI
Prosigue la comenzada batalla, con las extrañas y diversas muertes que los araucanos ejecutaron en los vencidos, y la poca piedad que con los niños y mujeres usaron, pasándolos todos a cuchillo
o Canto VII
Llegan los españoles a la ciudad de la Concepción hechos pedazos, cuentan el destrozo y pérdida de nuestra gente, y vista la poca que para resistir tan gran pujanza de enemigos en la ciudad había, y las muchas mujeres, niños y viejos que dentro estaban, se retiran en la ciudad de Santiago. Asimismo en este canto se contiene el saco, incendio y ruina de la ciudad de la Concepción
o Canto VIII
Júntanse los caciques y señores principales a consejo general en el valle de Arauco. Mata Tucapel al cacique Puchecalco, y Caupolicán viene con poderoso ejército sobre la ciudad Imperial, fundada en el valle de Cautén
o Canto IX
Llegan los araucanos a tres leguas de la Imperial con grueso ejército: no ha efeto su intención por permisión divina. Dan vuelta a sus tierras, adonde les vino nueva que los españoles estaban en el asiento de Penco reedificando la ciudad de la Concepción; vienen sobre los españoles, y hubo entre ellos una recia batalla
o Canto X
Ufanos los araucanos de las vitorias habidas, ordenan unas fiestas generales, donde concurrieron diversas gentes así extranjeras como naturales, entre los cuales hubo grandes pruebas y diferencias
o Canto XI
Acábanse las fiestas y diferencias, y caminando Lautaro sobre la ciudad de Santiago, antes de llegar a ella hace un fuerte, en el cual metido, vienen los españoles sobre él, donde tuvieron una recia batalla
o Canto XII
Recogido Lautaro en su fuerte, no quiere seguir la vitoria por entretener a los españoles. Pasa ciertas razones con él Marco Veaz, por las cuales Pedro de Villagrán viene a entender el peligroso punto en que estaba, y levantando su campo se retira. Viene el marqués de Cañete a la ciudad de Los Reyes en el Perú
o Canto XIII
Hecho el Marqués de Cañete el castigo en el Perú, llegan mensajeros de Chile a pedirle socorro; el cual, vista ser su demanda importante y justa, se le envía grande por mar y por tierra. También contiene al cabo este canto como Francisco de Villagrán, guiado por un indio, viene sobre Lautaro
o Canto XIV
Llega Francisco de Villagrán de noche sobre el fuerte de los enemigos sin ser dellos sentido: da al amanecer súbito en ellos, y a la primera refriega muere Lautaro. Trábase la batalla con harta sangre de una parte y de otra
o Canto XV
En este quinceno y último canto se acaba la batalla en la cual fueron muertos todos los araucanos, sin querer alguno dellos rendirse. Y se cuenta la navegación que las naos del Perú hicieron hasta llegar a Chile; y la grande tormenta que entre el río Maule y el puerto de la Concepción pasaron

Selección bibliográfica: F. Montesdeoca