lunes, 25 de febrero de 2013

Poesía romántica latinoamericana


La sonrisa de la mujer y el alma del poeta
José Eusebio Caro (Colombia)
(1817 - 1853)


Hay en mi sér potencias adormidas,
hay en mi mente ocultos pensamientos,
hay en mi corazón presentimientos
cuyo poder y cuyo fin no sé:
como a la madre son desconocidas
las formas de ese sér misterioso
que entre su seno bulle tembloroso,
y es algo ya, mas nadie sabe qué!
 
¡Mas cuando estoy contigo y a tu lado,
y oigo tu voz y miro tu sonrisa,
siento pasar por mí de Dios la brisa,
siento nacer un hombre nuevo en mí!
Y entonces, dominando lo pasado,
y el vago porvenir y lo presente,
en cerco inmenso ensánchase mi mente,
cuyo foco de vida irradia en ti!
 
Entonces las potencias que en mí callan,
una tras otra, a mi presencia llegan,
y juntas, ya, radiantes se despliegan
cual aureola en torno de mi faz:
fuerzas de amor ignotas en mí estallan,
y soy capaz de cosas buenas,
grandes, capaz de todo cuanto entonces mandes,
y de martirio y de virtud capaz!
 
Oh! cuando al fin mi alma desprendida
del barro vil, a Dios levante el vuelo,
no dará tánta luz allá en el cielo
cual la luz que a tu lado esparce aquí!
Y el serafín, custodio de mi vida,
al presentarse a mí por vez primera,
sonrisa no traerá tan hechicera
cual la sonrisa que hoy adoro en ti!


EN UN ÁLBUM

 GREGORIO GUTIÉRREZ GONZÁLEZ (Colombia)

   La suerte venturosa o desgraciada
Del mortal, en tus ojos va esculpida;
La muerte está con su desdén ligada,
La vida está con su cariño unida.
Si la vida has de dar con tu mirada
Feliz aquel a quien le des la vida;
Mas, si muerte han de dar tus ojos bellos,
Será dulce morir, morir por ellos !



AYER Y HOY

 RAFAEL POMBO (Colombia)


Tú que conmigo retozabas tierna,
Cuando me ves te ruborizas hoy;
Dejé una niña y encontré una reina;
Era tu amigo, tu vasallo soy!
Mi mano ayer te acariciaba niña,
Y en mis rodillas te sentaba yo,
Y sollo hallabas en mis labios risas,
Y un beso al verte y al decirte adiós.
Tiembla hoy mi mano al estrechar tu mano
Calla hoy mi voz al percibir tu voz;
Y al verte, absorto, deslumbrado, estático
Pienso que es sueño o el ayer o el hoy.
Vuélveme, oh virgen, del ayer mis risas,
Vuélveme un beso de mis besos mil;
Hoy no me niegues la infantil caricia
Que ayer mil veces me volvió feliz.
Somos los mismos: unos mismos sean
En mí el cariño, la inocencia en ti:
No olvides hoy entre tu pompa, oh reina!
Que fuiste ayer mi blanco serafín.

MORIR DE AMOR
Juan Clemente Zenea (Cuba)
Ven, pajarillo, a mis prados,
ven a posarte en sus calles
sobre un lirio de los valles,
sobre un ciprés temblador;
alégrame con tus trinos,
muestra al sol tus lindas galas,
y arrúllame con tus alas
que estoy muriendo de amor.

Sauce verde en cuyas hojas
la luna su rayo quiebra,
cuyas ramas te celebra
el viento murmurador;
tú que en horas de ventura
susurrando me dormiste,
concédele sombra al triste
que está muriendo de amor.

Te mandé un suspiro anoche,
mas puede haberse perdido,
y acaso estará escondido
en la copa de una flor;
o errante sobre una fuente
tal vez mi mensaje olvida,
y no te anuncia, ¡oh Mercida!,
que estoy muriendo de amor.

Tú que a vivir me enseñaste,
tú que mis penas consuelas,
querubín que alegre vuelas
en torno del trovador,
déjame aspirar la esencia
que de tus labios exhalas,
y cúbreme con tus alas
que estoy muriendo de amor.


Canto Fúnebre

José Antonio Maitín

(1804 - 1874 -- Venezolano)

I

Llegaron - !oh dolor!, las tristes horas
de un pesar para mí desconocido.
Ilusiones de paz encantadoras,
contentos de mi hogar, os he perdido.
Perdí el único ser que más me amaba,
la compañera tierna de me vida,
cuya mano de esposa me alargaba cargada
de cariño y beneficios,
en cuyo corazón sólo encontraba
amor, abnegación y sacrificios.
ella era mi universo, mi energía,
mi porvenir, mi fuerza, mi conciencia;
era ella a quien debía
el sosiego feliz de mi existencia,
de mis serenas horas la alegría,
mi descanso, mi paz, mi independencia. 




ESTANISLAO DEL CAMPO
(1834 - 1880)

GOBIERNO GAUCHO

Tomé en casa el otro día
tan soberano peludo,
que hasta hoy, caballeros,
dudo si ando mamao todavía.

Carculen cómo sería
la mamada que agarré,
Que, sin más, me afiguré
Que yo era el mesmo Gobierno,
Y más leyes que un infierno
Con la tranca decreté.

Gomitao y trompezando,
Del fogón pasé a la sala,
Con un garrote de tala
Que era mi bastón de mando;
Y medio tartamudiando,
Y con el pelo en la frente,
A causa del aguardiente,
Los ojos medio vidriosos,
Y con los labios babosos,
Hablé del tenor siguiente:

"Paisanos: -dende esta fecha
El contingente concluyo;
Cuide cada uno lo suyo
Que es la cosa más derecha.
No abandone su cosecha

El gaucho que haiga sembrao:
Deje que el que es hacendao
Cuide las vacas que tiene,
Que él es a quien le conviene
Asigurar su ganao".

"Vaya largando terreno,
Sin mosquiar, el ricachón,
Capaz, de puro mamón
De mamar hasta con freno;
Pues no me parece güeno
Sino que, por el contrario,
Es injusto y albitrario
Que tenga media campaña,
Sólo porque tuvo maña
Para hacerse arrendatario".

"Si el pasto nace en el suelo
Es porque Dios lo ordenó,
Que para eso agua les dió
A los ñublados del cielo.
Dejen pues que al caramelo
Le hinquemos todos el diente,
Y no andemos, tristemente,
Sin tener en donde armar

Un rancho, para sestiar
Cuando pica el sol ardiente".

"Mando que dende este instante
Lo casen a uno de balde;
Que envaine el corvo el Alcalde
Y su lista el Comendante;
Que no sea atropellante
El Juez de Paz del Partido;
Que a aquel que lo hallen bebido,
Porque así le dio la gana,
No le meneen catana
Que al fin está divertido".

"Mando, hoy que soy Sueselencia,
Que el que quiera ser pulpero,
Se ha de confesar primero
Para que tenga concencia.
Porque es cierto, a la evidencia,
Que hoy naides tiene confianza
Ni en medida ni en balanza,
Pues todo venden mermao,
Y cuando no es vino aguao
Es yerba con mescolanza".

"Naides tiene que pedir
Pase por otro Partido;
Pues libre el hombre ha nacido
Y ande quiera puede dir.
Y si es razón permitir
Que el pueblero vaya y venga,
Justo es que el gaucho no tenga
Que dar cuenta a donde va,
Sino que con libertá
Vaya a donde le convenga".

A ver si hay una persona
De las que me han escuchao
Que digan que he gobernao
Sin acierto con la mona;
Sáquemen una carona,
De mi mesmísimo cuero,
Sino haría un verdadero
Gobierno, Anastasio el Pollo,
Que hasta mamao es un criollo
Más servicial que un yesquero.

Si no me hubiese empinao
Como me suelo empinar
La limeta, hasta acabar,
Lindo lo habría acertao;
Pues lo que hubiera quedao
Lo mando como un favor
Al mesmo gobernador
Que nos manda en lo presente,
A ver si con mi aguardiente
Nos gobernaba mejor. 

Modernismo. Texto Teórico.

El gesto romántico del modernismo : La figura cenital de Rubén Darío William Marín Ospina
El denominado romanticismo hispanoamericano hunde sus raíces históricas en el movimiento social y político liderado por los intelectuales de la independencia. Durante el siglo XIX, la poesía empieza a consolidarse como la expresión del carácter de una época signada por las convulsiones sociales. Sus temas serán entonces los hechos gloriosos de la independencia, el canto a la naturaleza, el tono pedagógico y doctrinario; un proyecto estético fundado en el culto a las formas neoclásicas. El presente artículo intenta dibujar un camino de encuentro con la palabra vital: el gesto romántico del denominado movimiento modernista que viene a inaugurar en el contexto hispanoamericano nuestro verdadero romanticismo.


El modernismo hispanoamericano
Con la Revolución de Independencia que culmina con la separación de la tradición española hacia la primera mitad del siglo XIX, se inaugura un movimiento de crítica, de acción política, ante la corrupción de las nacientes repúblicas. Hacia la segunda mitad del siglo XIX los intelectuales abrazan la filosofía de Auguste Comte y Herbert Spencer, arquetipos de la ciencia y el progreso. El positivismo en América Latina no fue la ideología de una burguesía liberal interesada en el progreso, sino de una oligarquía de grandes terratenientes.
Hacia 1880 surge el modernismo hispanoamericano, un movimiento que al decir de Don Federico de Onís constituyó la crisis universal de las letras y del espíritu (la forma hispánica de esa crisis). Nos dice Paz:
El modernismo hispanoamericano es, hasta cierto punto, un equivalente del parnaso y del simbolismo francés, de modo que nada tiene que ver con lo que en lengua inglesa se llama Modernism. Este último designa a los movimientos literarios y artísticos que se inician en la segunda década del siglo XX; el Modernism de los críticos norteamericanos e ingleses no es sino lo que en Francia y en los países hispanoamericanos se llama Vanguardia (5).

El modernismo fue entonces la respuesta al positivismo como lo señala Paz en el epígrafe de este ensayo, pero el positivismo entendido no como un método científico, sino como una ideología. La reacción del modernismo fue de una nueva sensibilidad e imaginación ante la visión fría de la realidad que el positivismo postulaba.
Como un auténtico movimiento poético el modernismo se inicia como una adaptación de la poesía francesa en nuestra lengua, y se inicia antes en Hispanoamérica que en España. ¿Por qué? La razón fundamental de este hecho la determinaría el marco de la Independencia y el positivismo que afectaron el sistema de creencias de los intelectuales hispanoamericanos. Así se cristaliza un movimiento contra el vacío espiritual de la época. Es comprensible entonces que el poeta modernista se sintiera atraído por la poesía francesa, su sensibilidad, su estética.
El afrancesamiento de los modernistas se derivó de su cosmopolitismo. París fue el centro de una estética, su estética. Este cosmopolitismo les permitió a los intelectuales hispanoamericanos conocer otras literaturas, y así mismo volver los ojos sobre la identidad americana al revalorar el pasado indígena. Esta actitud constituye una crítica a la modernidad y al «progreso» que empieza a tejerse en la sociedad de fines de siglo. La experiencia del Imperialismo que entonces empezaba a acosar al poeta modernista (intervenciones de Estados Unidos en América Latina, conflicto de visiones del mundo), se traduce en la recuperación del mundo hispánico.
La figura cenital de Rubén Darío
Entre 1880 y 1890, casi sin conocerse entre ellos, dispersos en todo el continente -La Habana, Méjico, Bogotá, Santiago de Chile, Buenos Aires, Nueva York-, un puñado de muchachos inicia el gran cambio. El centro de esa dispersión fue Rubén Darío: agente de enlace, portavoz y animador del movimiento. Desde 1888 Darío usa la palabra modernismo para designar a las nuevas tendencias. Modernismo: el mito de la modernidad o, más bien, su espejismo. ¿Qué es ser moderno? Es salir de su casa, su patria, su lengua, en busca de algo indefinible e inalcanzable pues se confunde con el cambio» (6).
El amor al lujo y al objeto inútil es una sincera crítica al sistema burgués, que resume el mundo que les tocó vivir a los poetas hispanoamericanos de fines de siglo. En Europa se criticaba la industria (Rimbaud), la idea de progreso como algo grotesco (Baudelaire). El hispanoamericano de entonces no tenía la experiencia de la modernidad, porque nuestras naciones no eran modernas, no era su realidad la industria, la democracia y la burguesía, pero sí las oligarquías feudales y el militarismo. Este fue el marco en que escribió Darío. Y este fue el signo de las letras de fin de siglo: «Los presidentes latinoamericanos de fin de siglo: jeques sangrientos con una corte de poetas hambreados»(7).
El rey burgués, símbolo de una época
Por un período que cubre de 1880 a 1920 fue cultivado el cuento por los modernistas. Fue el punto de vista de una estética, un lenguaje que expresa una renovada sensibilidad, una reacción contra el romanticismo, el realismo y el naturalismo. Su énfasis es la expresión de la sensibilidad artística, tanto desde el punto de vista de su temática, como del estilo.
En su afán de crear el arte por el arte, los modernistas rechazaron las historias sentimentales y los episodios melodramáticos de los románticos; los cuadros demasiado localizados de los realistas y los estudios demasiado «científicos» de los naturalistas. El héroe modernista era el artista (o sencillamente el hombre) sensible, incapacitado por la sociedad burguesa que lo rodeaba (8).
El rey burgués se publica en el año de 1887 en el periódico La Época de Santiago de Chile, más tarde fue incluido en Azul, libro que reúne versos y cuentos y que marca un precedente para la literatura hispanoamericana. Darío se empeñó en la renovación literaria del idioma español. Se expresa su mayor innovación en los cuentos:
«los cuales alcanzan gran brillantez por su imaginativa temática, el lenguaje, la forma y la estructura, marcando así un evidente contraste con el romanticismo naturalista» (9).
Como José Fernández (alter ego de Silva en De sobremesa), aquí el poeta es el núcleo de la acción, frente al rey burgués que simboliza el poder y el orden de un mundo sofisticado rodeado de comodidades, lujo y exotismo. El exotismo se revela claramente como el recurso estilístico propio del movimiento modernista (japonerías, chinerías, objetos de arte, columnas de alabastro, leones de mármol como los de los tronos salomónicos, refinamiento). Así mismo, el tratamiento de la ironía consolida la estilística modernista (en la pregunta: ¿era un rey poeta? No, amigo mío: era el rey burgués). También constituye parte del escenario creado por el poeta, el mundo clásico: diosas, musas, ninfas, sátiros.
El rey burgués es la síntesis de la época; revelador de las profundas transformaciones en la estructura social derivadas del positivismo y la economía, que generan el proceso de urbanismo de la sociedad hispanoamericana de fines de siglo. Ya se ha inaugurado un cambio de tono en la poética: la autonomía poética frente a la península, independencia frente a los temas románticos y naturalistas. El poeta es la voz que se levanta ante la figura del burgués para criticar un estado de cosas que estructuran el mundo: las relaciones de poder impuestas por el mercado económico que es el signo de la época finisecular. Es la condena al vacío espiritual de la época:
Un día le llevaron una rara especie de hombre ante su trono, donde se hallaba rodeado de cortesanos, de retóricos y de maestros de equitación y de baile.
-¿Qué es eso-? Preguntó
-Señor, es un poeta
El rey tenía cisnes en el estanque, canarios, gorriones, senzontes en la pajarera; un poeta era algo nuevo y extraño (10).

Los escritores modernistas se encontraron frente a una realidad de profundas raíces históricas y tuvieron plena conciencia de ello. Esto les permitió ensayar y perfilar una escritura en prosa y en poesía. Expresaron estéticamente su visión anticapitalista, artesanal de un lenguaje convertido en objeto, su rebeldía frente a la sociedad que condena al artista, que en su desprecio lo margina.

lunes, 11 de febrero de 2013

La muerte del héroe. Poesía Modernista

Ricardo Jaimes Freyre (Bolivia)
Aún se estremece y se yergue y amenaza con su espada
cubre el pecho destrozado su rojo y mellado escudo
hunde en la sombra infinita su mirada
y en sus labios expirantes cesa el canto heroico y rudo.

Los dos Cuervos silenciosos ven de lejos su agonía
y al guerrero las sombras alas tienden
y la noche de sus alas, a los ojos del guerrero, resplandece como el día
y hacia el pálido horizonte reposado vuelo emprenden.

Margarita. Poesía Modernista.

Rubén Darío
In memorian...

RECUERDAS que querías ser una Margarita
Gautier? Fijo en mi mente tu extraño rostro está,
cuando cenamos juntos, en la primera cita,
en una noche alegre que nunca volverá

Tus labios escarlatas de púrpura maldita
sorbían el champaña del fino baccarat;
tus dedos deshojaban la blanca margarita,
"Si... no..: si... no..." ¡y sabías que te adoraba ya!

Después ¡oh flor de Histeria! Llorabas y reías;
tus besos y tus lágrimas tuve en mi boca yo;
tus risas, tus fragancias, tus quejas eran mías.

Y en una tarde triste de los más dulces dias,
la Muerte, la celosa, por ver si me querías
¡como a una margarita de amor te deshojó!

[1894]

Leopoldo Lugones. Poesía Modernista.

LA GARZA

En su abstracto candor, el tiempo vano
Inmoviliza eterno, hondo, distante,
La soledad obscura del pantano
Y una línea de tiza interrogante ...

LA TORCAZ

El pleno sol goza enhiesta
Sobre un seco y alto tronco.
Desgrana en su arrullo ronco
Su áurea mazorca la siesta.

El follaje, más umbrío,
Le ofrece en vano su toldo,
Y en palpitante rescoldo
Mulle su pluma el estío...

EL MARTÍN PESCADOR

Sobre el remanso azul, agudo acecha
Desde un lánguido gajo del sauzal,
En inminente inclinación de flecha,
La lentitud profunda del caudal.

Oro de sol en la corriente boya...
Y destellando un súbito arrebol,
Identifica el pájaro en su joya,
Sauce verde, agua azul, y oro de sol...

La ninfa. Cuento Modernista.

Rubén Darío


En el castillo que últimamente acaba de adquirir Lesbia, esta actriz caprichosa y endiablada que tanto ha dado que decir al mundo por sus extravagancias, nos hallábamos a la mesa hasta seis amigos. Presidía nuestra Aspasia, quien a la sazón se entretenía en chupar como niña golosa un terrón de azúcar húmedo, blanco entre las yemas sonrosadas. Era la hora del chartreuse. Se veía en los cristales de la mesa como una disolución de piedras preciosas, y la luz de los candelabros se descomponía en las copas medio vacías, donde quedaba algo de la púrpura del borgoña, del oro hirviente del champaña, de las líquidas esmeraldas de la menta.

Se hablaba con el entusiasmo de artista de buena pasta, tras una buena comida. Éramos todos artistas, quién más, quién menos, y aun había un sabio obeso que ostentaba en la albura de una pechera inmaculada el gran nudo de una corbata monstruosa.

Alguien dijo: -¡Ah, sí, Fremiet! -Y de Fremiet se pasó a sus animales, a su cincel maestro, a dos perros de bronce que, cerca de nosotros, uno buscaba la pista de la pieza, otro, como mirando al cazador, alzaba el pescuezo y arbolaba la delgadez de su cola tiesa y erecta. ¿Quién habló de Mirón? El sabio, que recitó en griego el epigrama de Anacreonte: Pastor, lleva a pastar más lejos tu boyada no sea que creyendo que respira la vaca de Mirón, la quieras llevar contigo.

Lesbia acabó de chupar su azúcar, y con una carcajada argentina:

-¡Bah! Para mí, los sátiros. Yo quisiera dar vida a mis bronces, y si esto fuese posible, mi amante sería uno de esos velludos semidioses. Os advierto que más que a los sátiros adoro a los centauros; y que me dejaría robar por uno de esos monstruos robustos, sólo por oír las quejas del engañado, que tocaría su flauta lleno de tristeza.

El sabio interrumpió:

-¡Bien! Los sátiros y los faunos, los hipocentauros y las sirenas han existido, como las salamandras y el ave Fénix.

Todos reíamos; pero entre el coro de carcajadas, se oía irresistible, encantadora, la de Lesbia, cuyo rostro encendido, de mujer hermosa, estaba como resplandeciente de placer.

-Si- continuó el sabio -:¿con qué derecho negamos los modernos, hechos que afirman los antiguos? El perro gigantesco que vio Alejandro, alto como un hombre, es tan real, como la araña Kreken que vive en el fondo de los mares. San Antonio Abad, de edad de noventa años, fue en busca del viejo ermitaño Pablo que vivía en una cueva. Lesbia, no te rías. Iba el santo por el yermo, apoyado en su báculo, sin saber dónde encontrar a quien buscaba. A mucho andar, ¿sabéis quién le dio las señas del camino que debía seguir? Un centauro, medio hombre y medio caballo - dice un autor; - hablaba como enojado; huyó tan velozmente que presto le perdió de vista el santo; así iba galopando el monstruo, cabellos al aire y vientre a tierra.

En ese mismo viaje San Antonio vio un sátiro, «hombrecillo de extraña figura, estaba junto a un arroyuelo, tenía las narices corvas, frente áspera y arrugada, y la última parte de su contrahecho cuerpo remataba con pies de cabra». -Ni más ni menos- dijo Lesbia. -¡M. de Cocureau, futuro miembro del Instituto!

Siguió el sabio:

-Afirma San Jerónimo que en tiempos de Constantino Magno se condujo a Alejandría un sátiro vivo, siendo conservado su cuerpo cuando murió.

Además, vióle el emperador de Antioquía.

Lesbia había vuelto a llenar su copa de menta, y humedecía la lengua en el licor verde como lo haría un animal felino.

-Dice Alberto Magno que en su tiempo cogieron a dos sátiros en los montes de Sajonia. Enrico Zormano asegura que en tierras de Tartaria había hombres con sólo un pie y sólo un brazo en el pecho. Vicencio vio en su época un monstruo que trajeron al rey de Francia, tenía cabeza de perro; (Lesbia reía) los muslos, brazos y manos tan sin vellos como los nuestros; (Lesbia se agitaba como una chicuela a quien hiciesen cosquillas), comía carne cocida y bebía vino con todas ganas.

-¡Colombine!- grito Lesbia. Y llegó Colombine, una falderilla que parecía un copo de algodón. Tomóla su ama, y entre las explosiones de risa de todos:

-¡Toma, el monstruo que tenía tu cara!

Y le dio un beso en la boca, mientras el animal se estremecía e inflaba las naricitas como lleno de voluptuosidad.

-Y Filegón Traliano- concluyó el sabio elegantemente -afirma la existencia de dos clases de hipocentauros: una de ellas como elefantes. Además...

-Basta de sabiduría- dijo Lesbia. Y acabó de beber la menta.

Yo estaba feliz. No había desplegado mis labios -¡Oh!, exclamé para mi, ¡las ninfas! Yo desearía contemplar esas desnudeces de los bosques y de las fuentes, aunque, como Acteón, fuese despedazado por los perros. Pero las ninfas no existen.

Concluyó aquel concierto alegre, con una gran fuga de risas y de personas.

-¡Y qué!- me dijo Lesbia, quemándome con sus ojos de faunesa y con voz callada como para que sólo yo la oyera. -¡Las ninfas existen, tú las veras!

Eran un día primaveral. Yo vagaba por el parque del castillo, con el aire de un soñador empedernido. Los gorriones chillaban sobre las lilas nuevas y atacaban a los escarabajos que se defendían de los picotazos con sus corazas de esmeralda, con sus petos de oro y acero. En las rosas el carmín, el bermellón, la onda penetrante de perfumes dulces: más allá las violetas, en grandes grupos, con su color apacible y su olor a virgen. Después, los altos árboles, los ramajes tupidos llenos de mil abejas, las estatuas en la penumbra, los discóbolos de bronce, los gladiadores musculosos en sus soberbias posturas gímnicas, las glorietas perfumadas, cubiertas de enredaderas, los pórticos, bellas imitaciones jónicas, cariátides todas blancas y lascivas, y vigorosos telamones del orden atlántico, con anchas espaldas y muslos gigantescos. Vagaba por el laberinto de tales encantos cuando oí un ruido, allá en lo oscuro de la arboleda, en el estanque donde hay cisnes blancos como cincelados en alabastro y otros que tienen la mitad del cuello del color del ébano, como una pierna alba con media negra.

Llegué más cerca. ¿Soñaba? ¡Oh, Numa! Yo sentí lo que tú, cuando viste en su gruta por primera vez a Egeria.

Estaba en el centro del estanque, entre la inquietud de los cisnes espantados, una ninfa, una verdadera ninfa, que hundía su carne de rosa en el agua cristalina. La cadera a flor de espuma parecía a veces como dorada por la luz opaca que alcanzaba a llegar por las brechas de las hojas. ¡Ah!, yo vi lirios, rosas, nieve, oro; vi un ideal con vida y forma y oí entre el burbujeo sonoro de la linfa herida, como una risa burlesca y armoniosa, que me encendía la sangre.

De pronto huyó la visión, surgió la ninfa del estanque, semejante a Citerea en su onda, y recogiendo sus cabellos que goteaban brillantes, corrió por los rosales tras las lilas y violetas, más allá de los tupidos arbolares, hasta ocultarse a mi vista, hasta perderse, ¡ay!, por un recodo; y quedé yo, poeta lírico, fauno burlado, viendo a las grandes aves alabastrinas como mofándose de mí, tendiéndome sus largos cuellos en cuyo extremo brillaba bruñida el ágata de sus picos.

Después, almorzábamos juntos aquellos amigos de la noche pasada, entre todos, triunfante, con su pechera y su gran corbata oscura, el sabio obeso, futuro miembro del Instituto.

Y de repente, mientras todos charlaban de la última obra de Fremiet, en el salón, exclamó Lesbia con su alegre voz parisiense:

-¡Te!, como dice Tartarín: ¡el poeta ha visto ninfas!...

La contemplaron todos asombrados, y ella me miraba, me miraba como una gata, y se reía, se reía como una chicuela a quien se le hiciesen cosquillas.

Obtenido de "http://es.wikisource.org/wiki/La_ninfa"

José Juan Tablada. Poesía Modernista.

Haikús

EL SAÚZ

Tierno saúz
casi oro, casi ámbar,
casi luz...

EL PAVORREAL

Pavorreal, largo fulgor,
por el gallinero demócrata
pasas como procesión.

LA LUNA

La Luna es araña
de plata
que tiene su telaraña
en el río que la retrata

HONGO

Parece la sombrilla
este hongo policromo
de un sapo japonista

EN LILIPUT
Hormigas sobre un
grillo, inerte. Recuerdo
de Guliver en Liliput...

UN MONO

El pequeño mono me mira...
¡Quisiera decirme
algo que se le olvida!

PECES VOLADORES

Al golpe del oro solar
estalla en astillas el vidrio del mar.

SANDÍA

¡Del verano, roja y fría
carcajada,
rebanada
de sandía!

caligrafía china

Serenidad



























Paz



sumi-e